Sábado de Pasión

Penitencia en el Casco Antiguo

  • Jesús de las Penas y el Rosario del Mar procesionaron por la Almedina y Catedral

Sábado de Pasión, cuando el reloj había marcado las 18 horas, desde la Capilla de Santa María Magdalena del Hospital Provincial de Almería, la ciudad decide hacerse pueblo, casas vetustas, con cancelas, patios, macetas,  miradores, balcones, cal, misterio de estrechas calles,  en pleno corazón del casco antiguo, en la Almedina,  tras la reconfortación espiritual del acto de reflexión, se abrieron las puertas del recinto sagrado y comenzaron a salir, tras la Cruz de guía, más de un centenar de penitentes nazarenos revestidos con túnica negra y antifaz negro con capa y cíngulo marfil, ofreciendo el sacrificio de pies descalzos en señal de penitencia portando faroles y rezando el Santo Rosario. 

Mientras, en los aledaños de la Capilla del Hospital, puerta de la historia y leyendas, con las calles requemadas por el sol y tamizadas por las sombras de la tarde, se hizo cobijo de oraciones bajo el intenso azul del cielo,  miles de personas se agolpaban en la salida, expectantes de ver la efigie, amorosamente realizada con la gubia del sevillano Luis Álvarez Duarte de Nuestro Padre Jesús en el abandono de sus Discípulos.

En el ambiente, solo se escuchaban el rachear de los pasos de los costaleros y el golpe silencioso del llamador para llamar a la “levantá” por parte del capataz José Carmona Lozano a los sones de la banda de cornetas y tambores Santa Cruz de Almería.

Impresionante cortejo procesional, con un centenar de nazarenos, tras la salida primorosa de Nuestra Señora del Rosario del Mar, señorío de Almería, belleza morena y noble de la Señora, proporción exacta de la belleza, derramando llanto, indecible llanto, era un mar de aguas desbordadas contenidas sólo por la perfecta geometría de su paso, con orquídeas y rosas azules, dirigido con excelencia dulcificada por el Capataz  Morcillo Molina, que al son de marchas procesionales de la Banda de Música Manuel Garín de Linares, acercó la devoción y fervor a todos cuantos presenciaban tan excelsa imagen sagrada magistralmente vestida con finura por la cofrade María Luisa Segovia.

Aun, teniendo que cambiar este año también su recorrido al no poder discurrir por los pies de la Alcazaba debido a la situación de una vivienda en la Calle Santa María, que esperemos que otro año pueda ser resuelta esa incidencia,  discurrió toda su Estación de penitencia en el atardecer, destacando su paso estelar por antiguo Cuartel de la  Misericordia y la Iglesia de San Juan, con la presencia del Paso de la Piedad de la Virgen de la Angustias, donde fue recibida por la Junta Directiva de la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte, para adentrarse de lleno por las calles y plazas del casco antiguo junto a los conventos de clausura y de la fortaleza Catedral, donde se agolpaba la ciudad callada, sobrecogida, contemplando el paso de la Cofradía con recogimiento penitencial.

Desde el Real Hospital Provincial con un fervor en forma de “Salve marinera”, discurrió todo el cortejo procesional elegantemente organizado, en una tarde primaveral, regado el ambiente por una cálida brisa del mar mediterráneo impregnado por el incienso.  En la presidencia el Hermano mayor Francisco Javier Muñoz del Pozo Iniesta y el seminarista José María García Sánchez.

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