FERIA Toros en Sevilla hoy | Manuel Jesús 'El Cid', Daniel Luque y Emilio de Justo en la Maestranza

Sevilla

Los retos de una diócesis en pandemia

  • Saiz llegará a una Sevilla con la Catedral sin ingresos por la falta de turismo, con un clero no envejecido pero que no cobra ni mil euros al mes, y con una Cáritas y otras obras sociales de la Iglesia que son fundamentales para el bienestar social

Monseñor Saiz

Monseñor Saiz / Daniel Rosell (Sevilla)

La Santa Sede quiere para Sevilla un pontificado nuevamente de duración media: diez años. Esta apuesta confirma que Sevilla es una diócesis de salida, un destino con honores para quienes están en su madurez y ya pueden afrontar grandes proyectos antes de su jubilación, que para los arzobispos es a los 75 años por imperativo del Código de Derecho Canónico.

Atrás queda el largo pontificado de Carlos Amigo Vallejo, cardenal y arzobispo emérito que estuvo nada menos que 28 años al frente de la principal Diócesis de Andalucía. Don Juan José ha estado doce. Y monseñor Saiz estará una década. El prelado nacido en la provincia de Cuenca y procedente de Cataluña se encontrará una diócesis que lleva dos años sin su principal fuente de ingresos por la falta de turismo (la Catedral), con cinco de los barrios más pobres de España en la capital, con un clero que no alcanza ni el rango de mileurista pese a los esfuerzos del actual ecónomo, y con una sociedad apuntalada, como el resto de España, por los Ertes. También, en el plano positivo, llegará a una Sevilla con facultad de Teología, un seminario metropolitano con vocaciones, una notable participación de los sevillanos en las misas y a la hora de marcar la casilla de la Iglesia en la declaración del IRPF, y una relación fluida del Arzobispado con los poderes públicos.

Monseñor Saiz conocerá una Sevilla bañada en la melancolía por efecto de la pandemia. Asenjo ha referido en varias ocasiones la tristeza de las calles sin turistas. Sin visitantes no hay ingresos fuertes en la Catedral y otros templos como el Salvador. Un dinero que sirve para las obras de conservación de la Catedral, la construcción de nuevos templos y el sostenimiento de la Diócesis. A pesar de todos los frentes que tiene abiertos la Iglesia, con una Cáritas Diocesana que vuelve a desplegar todos sus esfuerzos como con la crisis económica de 2007, monseñor Asenjo arrancó el período de pandemia con la donación de 300.000 euros a las autoridades sanitarias para la lucha contra el coronavirus.

Amigo y Asenjo, en el Arzobispado en el año 2009. Amigo y Asenjo, en el Arzobispado en el año 2009.

Amigo y Asenjo, en el Arzobispado en el año 2009. / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

La protección del clero será fundamental, un colectivo que en general silencia sus reivindicaciones y que siempre está pendiente de unos salarios algo mejores. Un sacerdote de la diócesis sevillana cobra 950 euros al mes, mientras en Madrid ingresan 1.200. Los curas se quedan con pensiones de 600 euros al llegar su jubilación, a los que se añade un complemento del Arzobispado. De todo esto no hay duda, porque la Archidiócesis de Sevilla, en un ejercicio de absoluta transparencia, publica sus gastos, ingresos y sueldos. El actual ecónomo ha trabajado este asunto y logró alguna subida salarial con incrementos de 300 euros respecto a las nóminas de 2010. Pero los presbíteros sevillanos, es cierto, no llegan ni a la condición de mileuristas.

Los sevillanos pagan

El nuevo arzobispo se encontrará con una grey que cumple con el precepto dominical y con el deber de financiar a su Iglesia por encima de la media española. La Archidiócesis de Sevilla volvió a ocupar recientemente un puesto destacado entre las Diócesis de España en el porcentaje de declarantes a favor de la Iglesia católica. Durante 2019 contribuyeron con la Iglesia un total de 329.322 sevillanos, es decir 8.600 más que en la campaña de 2018, que fueron 320.722. El importe total asignado tuvo un incremento de 1.023.546, puesto que la cantidad total en el último año se elevó a 10.888.359 euros, siendo de 9.864.813 euros en el ejercicio de 2017.

Cómo no, monseñor Saiz tendrá que hacer frente al avance de la secularización en una sociedad donde pierde peso el sentido de lo trascendente, y trabajar para armonizar el anuncio del Evangelio y la mentalidad cristiana con el pensamiento actual del hombre del siglo XXI. Todo lo cual tendrá que hacerlo, por fortuna, con un clero que estará mal pagado, pero que presenta una media de edad inferior a los 65 años, La diócesis de Sevilla no tiene un clero envejecido.

Modelo de gobierno

Tendrá que elegir su modelo de gobierno. El cardenal Amigo nunca quiso obispos auxiliares, al contrario que su sucesor que tuvo varios. Amigo prefirió una red de vicarios. Monseñor Asenjo contó con Santiago Gómez Sierra como auxiliar, hoy al frente de la diócesis de Huelva. Asenjo llegó a pedir un segundo auxiliar, pero no le fue nunca concedido. Saiz tendrá tal vez que reorganizar las vicarías para reducir el número de parroquias, porque ya no hay suficientes sacerdotes para tantos templos con carga pastoral.

La asistencia a misa no será una de las principales preocupaciones del nuevo prelado. Sí tal vez la banalización de las celebraciones, que han caído escandalosamente en criterios regidos por la sociedad de consumo, tendente a convertir en bodas masificadas cualquier celebración. Los mensajes de los sucesivos prelados alertando al respecto han sido frecuentes. La pandemia ha zanjado un problema que, a buen seguro, volverá a ser un quebradero de cabeza en cuanto el virus esté orillado.

Los sevillanos acuden más a misa que los restantes los católicos españoles, como demuestran los datos oficiales. La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) preguntaba por la frecuencia de asistencia a misa u otros oficios religiosos de los españoles, sin contar las ocasiones relacionadas con ceremonias de tipo social, como son las bodas, primeras comuniones o funerales. El 56,9% respondió que casi nunca asiste a ningún tipo de oficio religioso. El 15,6% admitió que sí acude varias veces al año. El 8,8% que solamente alguna vez al mes. Y el 14,6% aseguró que casi todos los domingos y festivos. Un 2,5% dijo que participa en ceremonias religiosas varias veces a la semana.

Los sevillanos van a misa

La oficina de estadística y sociología de la Iglesia, con sede en la Conferencia Episcopal Española (CEE), sí dispone de los datos por provincias. El cálculo se hace en función de las personas mayores de 10 años y sobre 60 días de precepto. La población de la Archidiócesis de Sevilla mayor de 10 años es de 1.717.164 personas. La población que se considera católica es el 70,4%, en total 1.209.074 personas. La población que asiste los domingos y días de precepto a misa en los templos de la Archidiócesis se eleva a 303.750 personas de ambos sexos. Este dato representa -siempre referido a mayores de 10 años de edad- una asistencia del 25% de entre los considerados católicos, un 18% del total de la población mayor de 10 años. Se desconocen los criterios por los que no se incluye a los menores de 10 años, pues de estar considerados, al menos los que ya han recibido la primera comunión, es muy probable que el porcentaje de asistencia a la misa dominical fuera mayor.

Monseñor Asenjo se ha referido en alguna ocasión a los índices de participación de los sevillanos en la misa dominical, valorando siempre que se encuentra en niveles por encima de los de las restantes diócesis desde hace varios años. En una ocasión comentó: “El sevillano es una persona religiosa, aunque su vinculación con la Iglesia es a veces muy tenue. La vibración espiritual la vive en una estación de penitencia, cosa que también es estimable”.

Además de fomentar el cumplimiento del precepto dominical, el arzobispo de Sevilla ha tenido como objetivos el aumento de las vocaciones religiosas, donde las cifras son también muy altas en comparación con otras diócesis, y el fomento del sacramento de la penitencia, pues a nadie escapa que su práctica ha bajado muchísimo en los últimos tiempos. De hecho, el mismo prelado ha acudido a confesar los lunes a primera hora a la capilla de San Onofre para dar ejemplo y que todos los sacerdotes habiliten horas y lugares dignos para la confesión, un sacramento que ha estado al borde de quedar “laminado”.

Saiz tendrá que mantener y potenciar los servicios de orientación familiar, que han sido el estandarte del pontificado que ahora termina. En materia de patrimonio, está pendiente la restauración de Santa Clara, y a la espera de ingresos para continuar con las obras de conservación. El 80% del patrimonio histórico-artístico de la diócesis, nunca se olvide, es de titularidad eclesiástica.

Las hermandades

Un arzobispo fuertemente vinculado a los Cursillos de Cristiandad tendrá que gobernar a más de seiscientas hermandades que están radicadas en la diócesis. Las cofradías, tantas veces situadas en la frontera de la fe, son muchísimas veces un muro de contención frente al secularismo. Las hermandades, la religiosidad popular, su intensa presencia en la calle y en los medios de comunicación, actúan contra la helada espiritual que sufre Europa. Los dos últimos arzobispos se han apoyado en ellas con más o menos intensidad en sus últimos años de gobierno, luego de vivir episodios no exentos de polémica. La diócesis ha vivido un exceso de procesiones extraordinarias y de coronaciones que quizás han generado una imagen frívola de una instituciones que son pilares de la Iglesia de Sevilla. No son el único movimiento de laicos de la diócesis, pero sí el que tiene más notoriedad y masa social. A las cofradías les gusta que Saiz se haya formado en Toledo, el seminario más conservador de España.

¿Cardenalato?

Llega Saiz, termina Asenjo y el único cardenal vinculado a la ciudad sigue siendo Amigo. Sevilla es una diócesis históricamente púrpura. Pero Asenjo es el primer prelado que no obtiene la birreta cardenalicia en doscientos años. En los dos últimos siglos todos los arzobispos de Sevilla han sido cardenales al llegar al destino, durante el pontificado o justo a su término. En contra de un nuevo nombramiento de cardenal juegan los criterios del actual pontífice, más proclive a apostar por las periferias que a las sedes con historia, y que don Carlos, muy vinculado a Francisco, sigue muy presente y muy activo.

No se encontrará Saiz ningún ambiente hostil en los poderes públicos, pese las turbulencias que marcan la vida política española. El Ayuntamiento, gobernado por el PSOE, es pleno colaborador con las cofradías, y con la obra social y la restauración del patrimonio de la Iglesia. La extrema izquierda no hace ruido en la ciudad. Nada que ver con Madrid y otras zonas. En la Junta no ha existido nunca animadversión con la Iglesia, ni cuando gobernaba el PSOE ni con el primer Ejecutivo de centro-derecha. Seguro que Saiz tiene pronto la oportunidad de conocer la sede de la Presidencia de la Junta, el Palacio de San Telmo, antiguo seminario metropolitano. La Junta ha sido clave para restaurar numerosos templos de acuerdo con un convenio de colaboracion publicado en el BOJA y que el nuevo prelado debería impulsar.

Cuenta también Saiz con experiencia en la pastoral universitaria. En la Universidad de Sevilla abrió el primer servicio de asistencia religiosa, a cargo del recientemente fallecido Juan del Río. Aquí encontrará un servicio que sigue activo y un hermandad estrechamente ligada a la institución académica, pero sigue pendiente el reto de hacer fuerte el servicio en las otras universidades. En muchos colegios la Religión se orilla poco a poco, incluso en algunos concertados surgen problemas de convivencia nunca antes vividos. Las últimas normativas diocesanas han tratado de frenar un modelo de catequesis banal a cargo de centros educativos, para confiarla en las parroquias y las hermandades.

Sin ninguna dude es urgente mantener y potenciar Cáritas, que en Sevilla goza de un elevado prestigio. Sin esta institución y la familia, amén de la economía sumergida, Sevilla sería un caos desde la todavía reciente crisis económica. Todos los reportajes sobre obras asistenciales que se leen y ven durante esta pandemia se realizan en entidades de la Iglesia, lo que prueba el peso que tiene la institución cuando llegan las horas duras.