Levante-Sevilla FC | La crónica

Los goles todo lo sanan (2-6)

  • La calidad ofensiva del Sevilla subsana su desnudez atrás y el intercambio de golpes acaba con un Levante aplastado por un resultado histórico.

  • Ben Yedder y Sarabia, descomunales.

Los jugadores del sevilla celebrar su quinto tanto ante el Levante.

Los jugadores del sevilla celebrar su quinto tanto ante el Levante. / EFE

Los goles todo lo tapan. Todo lo sanan. Y si son por medias docenas, recomponen la figura del enfermo más derrengado. Fue lo que le ocurrió en el Ciutat de Valencia al Sevilla, que cortó de raíz esa racha de tres partidos sin ganar en la Liga y encontró una mayúscula bocanada de oxígeno, con lo difícil que se hacía respirar en el mediodía levantino bajo una humedad del 75 por ciento y casi 30 grados centígrados.

El equipo de Pablo Machín, que tampoco había visto portería en esa serie de encuentros sin vencer, le hizo al Levante seis goles en la primera hora de partido. Y en un feudo de esos en los que el visitante suele cogerle asco al partido. Todo acabó 2-6, un marcador para la historia pues jamás hizo tantas dianas a domicilio el Sevilla en la Liga. Pero pudo acabar 2-8, 3-9.

Con ese tiro cruzado de Pablo Sarabia que se coló junto al palo izquierdo de Oier, en el minuto 59, medio estadio quedó despoblado. La afición granota prefirió darle un regate al sol justiciero e ir a buscar un refrigerio para quitarse el profundo amargor de la boca. Y el Sevilla, por su parte, levantó el pie inducido por ese partido en Nervión ante el Real Madrid el próximo miércoles: Machín metió a Roque por Banega y a Promes por Ben Yedder (63’), y aunque las ocasiones siguieron cayendo por las ganas del holandés y la hiperactividad de Navas, la voracidad sevillista se atemperó.

La inminente visita del campeón de Europa siempre es peliaguda. Y si los sevillistas hubieran vuelto de Valencia sin esos tres puntos en la valija, el pleito hubiera tenido una carga dramática insospechada para tratarse de la sexta jornada. No será así. El Sevilla pugnará ante el Madrid muy mejorado de mente. De fe. Los goles todo lo sanan. O casi. El temblor de piernas atrás aún permanece.

El codo luxado de Amadou dejó ante los ojos de Pablo Machín un enrevesado rompecabezas para oponer al Levante un equipo con algo de quite. La solución de urgencia del soriano fue un triángulo con Banega –sí, un organizador que disfruta en la mediapunta– en el vértice más retrasado en la pizarra, con Franco Vázquez por delante perfilado a la derecha y Sarabia a la izquierda –sí, dos atacantes que tejen juego y trabajan, pero que son atacantes–.

Ese sorprendente eje se abrió como un libro en cuanto el Levante lo intentó. Progresó y encontró la zona blanda que ofrecía la espalda de Aleix Vidal, sobre todo (Morales, Bardhi, Pedro López...) o también la de Jesús Navas, incómodo ante las arrancadas de Luna, como en el empate a uno apenas dos minutos después de que Ben Yedder abriera la cuenta.

Si en los partidos profesionales coincidieran a menudo centros del campo como los que colisionaron en el Ciudad de Valencia, Banega o Morales estarían amasando el dineral en Nueva York o Dallas. El fútbol sería mucho más popular en Estados Unidos. Porque no hubo quite de una y otra parte. De azul y grana, Prcic y Campaña jamás estaban en el sitio en cuanto Sarabia o Franco Vázquez recibían y buscaban línea de pase. Y como el Sevilla jugó esta vez con dos puntas, Ben Yedder y Andre Silva, la acometida casi siempre se teñía de peligro.

Los centrales, Postigo y Rober Pier, tuvieron que repartir sus atenciones. Y como los laterales ya tenían lo suyo con las incorporaciones de Sarabia, Jesús Navas y Aleix Vidal –a veces se paga la factura de tener a Morales y Bardhi por delante–, los sevillistas incendiaban el área de Oier casi por inercia.

Este Sevilla de Machín ataca con mucha gente. Es una de sus virtudes más definidas. Y si Andre Silva pelea una pelota con fe y la rebaña ante un central, al momento tiene a Sarabia a su izquierda para lanzar y que el madrileño asista a Ben Yedder, ese justiciero de la distancia corta.

El empate a los dos minutos del 0-1 confirmaba que, si el Sevilla quería llevarse todo el botín en juego, tendría que hacerse fuerte arriba. Apretar y ser certero. Porque atrás, iban a persistir las concesiones. El Levante también estaba dadivoso en defensa y Oier se quedó a media salida en una lejana falta que botó Sarabia desde la izquierda (21’). Carriço fue con todo ante dos defensores y la pelota describió una certera parábola.

En la dinámica de intercambio de golpes le volvió a tocar el turno alLevante, que seis minutos aprovechó una imprudencia de Aleix Vidal al encimar demasiado a un jugador de espaldas a la portería dentro del área. En el penalti, Vaklic le adivinó la intención a Morales, desvió la pelota y volvió a hacerlo en el rechace.

La intervención del checo fue vital para que el partido se volcara a favor del Sevilla, que hacía muchísimo daño en cuanto Sarabia o el Mudo apretaban. En un robo del madrileño a Prcic todo se aclaró. Esa acción hizo justicia al valiente planteamiento –forzado, eso sí, por las ausencias– de Machín: jugar con dos puntas hizo a Prcic dudar si ir a por Sarabia o tapar el movimiento de desmarque de Andre Silva, y ahí el ex del Getafe asistió de nuevo a Ben Yedder.

Otro grosero error de Oier al filo del descanso lo puso todo ya muy de cara. Un centro de Navas, inocuo por bombeado, no lo blocó a la primera el portero y ahí, en ese fugaz momento, apareció la bota de Ben Yedder para cazar el cuero y marcar a placer. El balón era suyo y el partido para el Sevilla.

Tras el descanso, la mínima rendija por la que el Levante podía volver al partido, abierta por las dudas defensivas de los blancos, quedó obturada por otra carrera feroz de Sarabia por un pasillo interior resuelta por Andre Silva tras tocar Postigo (49’). El madrileño, como Ben Yedder, se marcó un partido descomunal. Su polivalencia lo llevó a jugar esta vez de interior. Pero un interior con un delantero dentro. Nadie como él merecía abrochar ese histórico 2-6. Machín tomó nota. En la necesidad apostó fuerte y pudo hallar oro.

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