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José Laraña Álvarez-Ossorio, el padre Laraña

  • Todos los reconocimientos que se le hagan son justificados y muy merecidos por la gran labor que realizó en nuestra Huelva

José Laraña Álvarez-Ossorio, el padre Laraña

José Laraña Álvarez-Ossorio, el padre Laraña / M. G. (Huelva)

Lo recuerdo desde que yo era pequeño. Lo veía pasar por Huelva montado en su bicicleta, con su figura tan especial, con barba y sotana. Llamaba la atención y todo el mundo lo admiraba por su obra social. Mucho tiempo antes de venir a Huelva, ya aquí vivían don Carlos Díaz Franco de los Llanos y su esposa doña Concepción Montes del Castillo, en un gran chalet de dos plantas junto al Hotel Colón. Don Carlos dejó escrito en su testamento que al morir, su chalet y su gran parcela se dedicasen a un centro escolar; y su esposa lo cumplió y así nació lo que más tarde se convirtió en el Colegio Madre de Dios, hoy conocido como Funcadia, que significa Fundación Carlos Díaz, cuyas enseñanzas se le encomendó a la Compañía de los Jesuitas y que, durante mucho tiempo, se le conoció como el Colegio del Padre Laraña.

Al principio solo fue un colegio de enseñanzas primarias, pero en el año 1947 la Compañía de Jesús envió a Huelva a don José Laraña para que llevara la dirección del centro, lo cual hizo, además de dedicarse a una intensa obra social como fueron la creación de asociaciones y de un comedor para necesitados. Además, él pensó que en el colegio, con solo aprender aquellas enseñanzas elementales, los jóvenes no iban a poder encontrar trabajos especializados, así que decidió crear otro tipo de formaciones. Y de esta manera nació el centro de Estudios Politécnicos Madre de Dios.

El padre Laraña fue providencial en nuestra ciudad porque poco después se iba a construir en Huelva un Polígono Industrial con muchas fábricas que iban a necesitar muchos trabajadores. Y él construyó en aquella amplia parcela unos talleres de electricidad, de mecánica y de carpintería para enseñar esta formación profesional que tanto trabajo dio, sin olvidar también el deporte, que tanto bien hacía a la juventud y, como había suficiente espacio, construyó un campo de fútbol donde se celebraban partidos de campeonatos escolares y de empresas. Yo mismo recuerdo haber jugado allí en mi época infantil con el equipo de mi colegio.

Pero este jesuita no solo se dedicó a la enseñanza, sino que también hizo apostolado entre las clases más humildes, a las que visitaba cada vez que disponía de tiempo. Dicen que su bicicleta conocía perfectamente el camino hacia El chorrito alto y El chorrito bajo y que, a veces, volvía descalzo porque entregaba sus zapatos a algún pobre de aquellos cabezos. Yo he tenido a muchos amigos de mi edad que fueron formados en el “colegio del padre Laraña” y que, posteriormente, han trabajado en las fábricas del polo en muy diversas actividades como instrumentistas, ayudantes de laboratorio y otros puestos destacados.

Muchos de estos alumnos que tenían facultades seguían estudiando la carrera, que entonces ofrecía más posibilidades. Eran los “facultativos de Minas”, cuyo centro de formación se encontraba en la misma Alameda Sundheim, donde hoy se encuentra el Museo Provincial y, muchos de ellos ocuparon puestos directivos con mucho reconocimiento por su buen hacer y saber. No puedo nombrar al magnífico elenco de profesores por miedo a ser injusto y olvidarme de algunos, pero desde luego todos ellos merecen un reconocimiento por sus extraordinarias enseñanzas a gran parte de la juventud onubense.

El padre Laraña había nacido en Sevilla en el año 1911 y estudió en Santander y en la Universidad Pontificia de Salamanca, pero desarrolló gran parte de su vida sacerdotal en nuestra ciudad, donde fue muy querido y todavía muy recordado. Tanto es así que, siendo alcalde el gran amigo Pedro Rodríguez, lo nombró hijo adoptivo de Huelva. La Asociación de Antiguos Alumnos del colegio SAFA Funcadia inauguró una escultura en su memoria en el interior del colegio, a mi entender acertada pero insuficiente, pues creo que el Padre Laraña se merece algo más importante en el centro de la ciudad. Esta asociación, formada por algunos alumnos, entre los que destaco a mis buenos amigos José Bacedoni, José Molina, Antonio Gómez y Beatriz Domínguez Vega, rememora continuamente la figura de tan querido sacerdote y su obra social.

También tiene nominada con su nombre una calle en la ciudad junto al Hotel NH Luz. Es el tramo que une la Alameda Sundheim con la Avenida Miss Whitney que da acceso a la nueva Estación de ferrocarril. Todos los reconocimientos que se le hagan son justificados y muy merecidos por la gran labor que realizó en nuestra Huelva.

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