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Manuel J. Millán | Ingeniero y escritor

“Trato de hacer ver lo injusto que podemos ser al interpretar historias ajenas”

  • El autor de San Fernando debuta en la novela con ‘La sombra de Ícaro’, finalista del Premio Ateneo de Sevilla, en la que plantea una inquietante trama ambientada en 1948

El escritor isleño Manuel J. Millán.

El escritor isleño Manuel J. Millán.

Manuel J. Millán, nacido en San Fernando, es ingeniero. Su carrera profesional está ligada al mundo de la energía, con proyectos que le han permitido vivir en más de 30 países de cuatro continentes. Pero Millán es ahora, también, escritor y con La sombra de Ícaro (Libros Indie), finalista del Premio de Novela Ateneo de Sevilla 2020, dibuja una inquietante trama en torno a los inicios de la energía solar.

–Estamos ante una novela de comienzo casi eléctrico, con un asesinato rápido y misterioso.

–Bueno, el comienzo trata de captar al lector. El asesinato del protagonista, lejos de romper la intriga, la acentúa. En el fondo, ahí se condensa parte del drama de Mario. Simplemente por hacer su trabajo y sin saber muy bien cómo, se ve metido en una historia que le lleva a la muerte.

–¿Es una novela de ficción o hay acciones o personajes reales?

–Toda la trama es ficción, pero no así el contexto histórico y técnico. Los acontecimientos, inventos y científicos que aparecen en la novela e incluso los libros que se refieren ocurrieron y existieron. Dar a conocer esos aspectos era precisamente uno de los motivos por los que comencé la novela y la trama me sirve de pretexto. Frank Shuman, por ejemplo, fue un visionario que se adelantó un siglo a su tiempo y diseñó una forma de aprovechamiento de la energía solar con procesos que se han copiado literalmente en muchas plantas de ahora. Pero la primera guerra mundial y el comienzo de la era del petróleo truncaron sus desarrollos y los dejaron en el olvido.

–¿Cómo planteó los saltos temporales tan definidos: 1948, 2010, 2020? Dan viveza a la novela.

–Pues un punto temporal, el de 1948, debía situarse en los años posteriores al fin de la segunda guerra mundial dentro de los movimientos más o menos clandestinos que le siguieron por ambos bandos y el contexto de la posguerra en España. Por otro lado, 2010 me pareció apropiado porque me permitía insertar los personajes en el marco de la crisis financiera al que nos llevó la globalización del descontrol y el salvajismo económico y que, casi de un día para otro, deshizo cruelmente la vida de muchas personas. Los personajes se mueven en ese ambiente de desidia acentuado además por los problemas de cada uno.

Con los saltos temporales pretendía dar diferentes perspectivas a los mismos hechos. Somos muy dados a juzgar los hechos del pasado con criterios de nuestros días y a hacer valoraciones de lo que hizo otra gente en otro tiempo.

–El lector va en ocasiones por delante de los protagonistas, gracias a las memorias de Mario. ¿Se convierte así en un espectador de excepción de la historia?

–La trama paralela son las dos caras de la misma moneda, la historia vista desde dos ángulos. Por un lado Mario, que en sus memorias describe en primera persona por qué hizo lo que hizo. Por el otro, los personajes actuales que intentan torpemente investigar ese pasado e interpretarlo, aunque, como suele ocurrir, lo hacen erróneamente, magnificando o ninguneando los hechos. Mi idea es que el lector pueda ver ambas visiones, compararlas y ver lo injusto que podemos ser al interpretar las historias y actitudes ajenas. Es una historia de una persona normal que, por azar, vocación y entusiasmo por su profesión, se ve involucrado en unos acontecimientos para los que ni estaba preparado ni quería estarlo.

–¿Trata de enviar algún mensaje sobre la guerra mundial, la guerra civil...?

–Siempre me ha atraído la primera mitad del siglo XX. Una época tan fundamental que aún vivimos en el mundo configurado por aquellos años. Por simple inquietud personal siempre he leído mucho sobre ese periodo. Además, la segunda guerra mundial, quizás por su cercanía, es el mejor exponente del debate que supone el uso de la ciencia y la técnica para objetivos, digamos, no pacíficos. ¿Debe ser el técnico o el científico responsable moral del uso que se hagan de sus desarrollos e inventos? ¿Debe el técnico o el científico aislarse de ese uso? Si te soy sincero, no tengo una respuesta clara. Probablemente, respondería con el consabido, y cobarde, “depende”.

En cuanto a la guerra civil, y por diferentes motivos, me fascina aún más. Imaginar que nuestros propios abuelos se llegasen a torturar y matar unos a otros por unas ideas, que probablemente a muchos ni les iban ni les venían, es horrible y fascinante a la vez. La huella de una guerra civil, sea donde sea, es mucho más trascendental y perdurable que la de cualquier otra guerra. Por ilustrarlo con un ejemplo: hace un par de años estuve en Pearl Harbor y me llamó la atención la naturalidad con la que los visitantes japoneses tomaban lo que allí se oía y veía, y, como puedes imaginar, no se dicen cosas precisamente bonitas de ellos. Aun así, todos, japoneses y americanos, lo asumen como en tercera persona, algo que ocurrió hace setenta años, que se superó. Eso, sin embargo, es muy complicado en una guerra civil. Sin ir más lejos, en los mismos EE.UU. aún se sigue liando cuando se tocan estatuas, calles o plazas relacionadas con algún militar sureño. Y no creo que haga falta hablar de lo de aquí…

–Entiendo que su profesión de ingeniero ha influido en la novela.

–Por supuesto. Como he dicho antes, la trama es un buen contexto para describir la importancia que tiene en general la energía y, en concreto, el potencial de la energía solar. Por suerte, es un mundo que conozco bastante bien y que me ha permitido y me permite trabajar en muchos países con diferentes culturas y formas de entender la vida. Hoy en día puede decirse que es un hecho universalmente aceptado que la energía solar va a ser clave en el futuro de la humanidad. Lo que de alguna forma es triste es que siempre se supo de su gigantesco potencial, pero se limitó a un nivel científico y, digamos, testimonial. Su aprovechamiento, no obstante, ha estado en la mente de algunos visionarios desde tiempos inmemoriales , algunos se mencionan en la novela, pero por una u otra razón nunca llegó a desarrollarse de forma masiva hasta muy recientemente.

–La actual polémica con las eléctricas, el recibo doméstico: ¿daría para una novela... de terror?

–Bueno, para más de una. Para una serie negra… Ahora sin bromas. Es un tema muy complejo, lo sé porque es mi día a día, y diferente en cada región y cada país del mundo. Estamos inmersos en una revolución energética que no ha hecho más que comenzar. Los cambios de los últimos veinte años en el sector eléctrico, tanto técnicos como organizativos, son solo el principio. Ya no solo por la transición verde y los objetivos climáticos, a los que estamos abocados sí o sí, sino porque las nuevas tecnologías de la información están cambiando radicalmente nuestra forma de relacionarnos con la energía en general y con la electricidad, y las eléctricas, en particular. Por nombrar solo unos pocos elementos: el vehículo eléctrico; el almacenamiento; la generación distribuida comunitaria o la gestión inteligente de la demanda en tiempo real son conceptos que hace unos pocos años se consideraban lejanos, pero que hoy se están implantando a una velocidad que casi nadie esperaba. Muchas eléctricas en otros países, y algunas aquí, están adaptándose, aunque, obviamente, se resisten porque esas innovaciones van a transformar completamente el mercado eléctrico convirtiéndolo en uno de verdad, donde tanto la oferta como la demanda tiene un poder equivalente, no dominado simplemente por la oferta.

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