Creció entre cámaras

Álex Lequio, el niño que obligó a pixelarle

  • La persecución de los medios del corazón a Ana Obregón y su hijo aceleró la normativa sobre la ley del Menor en España

Álex Lequio en su primer cumpleaños, portada de ¡Hola! en julio de 1993

Álex Lequio en su primer cumpleaños, portada de ¡Hola! en julio de 1993

Alessandro Lequio junior creció con un micrófono en la barbilla. La persecución a la que los fotógrafos sometían a su madre al pie de los coches o a la puerta de los chalés llevó años después a acelerar la protección al menor redactada por ley en 1996  y que fue instaurándose en los medios con el pixelado a las caras de los niños. 
Pero a Álex durante unos años le veíamos la cara todos los días en los programas de Alfonso Arús o los espacios como Qué me dices, en Telecinco, o en Tómbola en las autonómicas. Nunca hubo un chiquillo más asediado en España, que se burlaba tras los cristales como tantos han hecho al coche que va por detrás, que mordía las espumas de los micrófonos y por quien Ana Obregón tuvo en más de una ocasión que encararse por los empujones de los reporteros y alguna respuesta airada del chaval, al que injustamente se le tildó de malcriado. Ana Obregón cobraba bien las portadas pero su hijo, convengamos, no tenía la culpa.
El pequeño Álex en el restaurante Cándido de Segovia El pequeño Álex en el restaurante Cándido de Segovia

El pequeño Álex en el restaurante Cándido de Segovia

Tal vez nadie se percataba por entonces, a mediados de los 90 que se le estaba arrebatando parte de la infancia a aquel fruto de Ana y Alessandro, la pareja más perseguida, los famosos más acosados en aquella televisión de los primeros polígrafos (La máquina de la verdad, "tengo papeles", sacudía Antonia dell'Atte, airada mamma de Clemente, hermano del fallecido). El niño no tenía culpa de que sus padres fueran carne de papel y anzuelo de tertulia.
La popularidad del infortunado vástago de Obregón, fallecido este miércoles en Barcelona, le llegó desde antes de nacer. La bióloga, actriz y presentadora era el rostro de las portadas y puso los ojos en un italiano de raíces nobiliarias que dejó atrás su pasado en su país natal, donde murió su bisabuelo Alfonso XIII. 
Llevaba en el bolsillo de su traje milanés una breve biografía de discotequero chulesco que lo convirtió en habitante habitual de los platós mientras su pareja era la más demandada por los jefes de los paparazzi.
Todo iba viento en popa para Ana y su sonrisa plástica que ponía al servicio del programa más visto de la Primera, ¿Qué apostamos?, con su pareja de focos, Ramón García. ¿Qué apostamos? Arriesga lo imposible y no des marcha atrás.
A Lecquio no hacía falta apostarle nada y a la madre de Álex junior lo de arriesgar en el amor le salía sin querer con su pose fantástica. Cuando se ennovió con el croata pelotero Davor Suker  sonó la especial de la máquina tragaperras de la televisión cardíaca. Cualquier palabra suya bastaba para convertirla en exclusiva a tocateja.
El pequeño, ya pixelado, fue desapareciendo de la pantalla mientras su padre era contertulio en Crónicas marcianas y se quedó a vivir en Sabor a ti y en el posterior El programa de Ana Rosa.
Ana sólo tuvo un hijo pero lució unos hijastros afortunados, arrancado el siglo, con Ana y los siete, una serie familiar de una institutriz que hacía striptease y que al cabo de 18 años aún sigue sorprendiendo en los análisis cómo pudo ser el fenómeno de audiencia que era. En 2006 se fue nublando la estrella en Antena 3 con Ellas y el sexo débil, mientras se convertía en pulpa del más cruel Aquí hay tomate.
Álex Lequio tratándose del cáncer, con sus padres Álex Lequio tratándose del cáncer, con sus padres

Álex Lequio tratándose del cáncer, con sus padres

Álex Lequio era más historia que pasado. Cuando aparecía en las portadas de ¡Hola! con su madre comprobábamos en su altura cómo nos había pasado el tiempo para todos.  Fue el gran apoyo de Ana Obregón en su horas bajas de todos estos años y bromeaba con la actividad materna en las redes y, siempre incondicional, sonreía para estar a su lado, sacudiéndose de todo aquello que le marcó en su infancia.
El mundo del corazón fue generoso y respetuoso en los últimos años de este joven empresario que superó con creces las persecuciones de los cámaras. Reunió a sus padres en su briega. Una lástima de su pérdida, la de aquel niño de cara sin pixelar que creció a la sombra de los reporteros.

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