Entrevista a Josep Serra, de 'Megaestructuras franquistas'

“El Valle de los Caídos cuesta tanto demolerlo como restaurarlo”

  • DMax estrena mañana lunes una docuserie de seis capítulos sobre hitos de ingeniería y arquitectura durante la dictadura

  • Es una extensión del equipo de ‘La Guerra Civil en color’

Una joven en el Valle de los Caídos

Una joven en el Valle de los Caídos / EFE

Tras La Guerra Civil en color o Franco, la vida del dictador en color, que se han visto en todo el mundo en los canales de Discovery, la productora Minoría Absoluta describe las etapas de la dictadura franquista a través de sus proyectos más faraónicos y delirante. Megaestructuras franquistas llega este lunes a las 22.30 a DMax para recorrer la gestión de los gobiernos de Franco a través de seis proyectos, del Valle de los Caídos a los construcciones nucleares. Josep Serra, director de la docuserie, explica a este periódico qué se ha abordado en este análisis histórico.

–¿Vuelven a ‘colorear’ la Historia, a actualizar su aspecto para los espectadores de hoy?

–Tenemos la experiencia pero los documentos históricos los dejamos en esta ocasión en blanco y negro para que sean el contraste con el presente, en color, una forma de contar y unir ambas épocas. Hemos seguido en esta ocasión el estilo de los espacios de megaconstrucciones. Para mostrar lo grandioso de los lugares de los que hablamos hemos utilizado drones, estabilizadores. Buscamos así imágenes espectaculares para explicar la grandilocuencia.

–Delirios de grandeza.

–Por supuesto, y no es sólo asombrarnos, o no, con las dimensiones, sino el simbolismo que rezuman muchas de estas obras, desde la basílica del Valle de los Caídos a la nueva Arcadia del Plan Badajoz para crear una sociedad afín al régimen.

–¿Hay un denominador común en lo artístico y en la ingeniería?

–No hay un una unidad estilística. Es un régimen cuyo poder se impone por la fuerza de las armas por lo que aspira a definirse con sus actos y sus obras. En general estas obras son visualmente muy potentes, con funcionalidad y gran carga simbólica. No hay un estilo común pero sí una filosofía común:la de sacar pecho.

–En un régimen que tuvo épocas diferenciadas ¿También hay períodos diferenciados en la obra pública?

–La aventura nuclear alcanza hasta los años 70, como las presas. La guerra contra la guerra busca sacar provecho de la contienda mundial y se olvida en los 50. Los astilleros era una manera de ejemplificar el espíritu del INI. Se inician en los 40 y llegan hasta la reconversión naval. El punto álgido fue en los 60 con la construcción de superpetroleros. España se convirtió en la cuarta potencia mundial en construcción de barcos.

–¿Viajan en la serie hasta los astilleros andaluces?

–Fuimos a los de Sevilla. Guardan relación con los de Ferrol y La Coruña. En Andalucía también recorremos las líneas ofensivas-defensivas de La Línea en torno a Gibraltar. Hay un momento de la guerra en el que Franco se plantea entrar para recuperar algo del imperio perdido, en Gibraltar y Marruecos. Las construcciones defensivas se convierten así en ofensivas; y al revés cuando se da un paso atrás respecto a Alemania. Es entonces cuando se construyen nichos para colocar cargas de dinamita en carreteras y puentes del Campo de Gibraltar para obstaculizar una hipotética invasión de los aliados.

–¿Lo más llamativo de todas estas construcciones?

–Por supuesto, el Valle de los Caídos. Es el Top 1 por todo. Por cómo es y lo que significa. Los expertos desgranan su simbolismo hiperbólico. Ahora está en un grado de deterioro porque son muy complicadas de restaurar las colosales esculturas de Juan de Ávalos. El Valle de los Caídos cuesta tanto demolerlo que restaurarlo.

–De las obras públicas se nos sobrevienen dos tópicos: pantanos y el Plan Bajdajoz.

–La construcción de pantanos y de centrales hidroeléctricas fue una escuela de investigación. La evolución en la construcción de presas nos habla del talento español. Había una necesidad de energía para el despegue económico y se hicieron muchos esfuerzos durante décadas. El Plan Badajoz quería convertir miles de hectáreas de secano en regadío, con pueblos de colonizadores que se convertían en un campo de experimentación. Pero de los 800.000 habitantes que tenía la provincia de Badajoz en aquella época sólo fue beneficioso para unos 20.000 en comparación con los 250.000 que emigraron. Fue mucho ruido y poco fruto.

–¿El INIfue la punta de lanza de la autarquía?

–En el sexto capítulo analizamos la labor de su director durante sus primeros veinte años, Juan Antonio Suanzes. El instituto nace con la intención de reamar el país y controlar la industria pesada. Tras la guerra mundial España está condenada a la autarquía.

–¿Merecieron la pena esas inversiones?

–En general son grandes construcciones pero el resultado no está a la altura de las expectativas. Las estructuras militares en los Pirineos y el Campo de Gibraltar costaron un dineral y al final no se posó allí ni una ametralladora. A lo largo de los Pirineos hay 10.000 construcciones defensivas, a lo largo de 500 kilómetros. Se quiso hacer una especie de Línea Maginot para evitar una invasión desde Europa y todo quedó sin terminarse y en desuso.

–¿Y qué obra destaca por el ingenio autárquico?

–La presa de Aldeadávila. En ella se perfeccionan los saltos de esquí para que el agua se pulverice en su caída. Iberduero creó un laboratorio para perfeccionar el sistema y evitar roturas. Es lo más destacado y a día de hoy esas presas siguen asombrando.

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