Televisión

El consenso , la improbable panacea para salvar RTVE

  • Los dos directivos que fueron nombrados por acuerdo de PSOE y PP apenas suman cuatro años de gestión

Luis Fernández entrega su relevo en RTVE de manera informal a Alberto Oliart en el Café Gijón

Luis Fernández entrega su relevo en RTVE de manera informal a Alberto Oliart en el Café Gijón / RTVE

La actitud del hasta ahora presidente de RTVE, José Antonio Sánchez, erosionó su aceptable labor gestora en lo económico y dejó más al aire esa tendencia sectaria de la cúpula de la corporación pública. Esos excesos han llevado a convertir en un asunto falsamente urgente la renovación interina en Prado del Rey, reducida a cambiar forzadamente la silla a los consejeros populares para sentar allí a representantes de PSOE y Unidos Podemos.

El onubense Sánchez con sus pocos disimulos tendenciosos ha apurado en estos cuatro años un período de seis ejercicios de claro control del PP sobre los contenidos de RTVE tal como se podía intuir cuando fue alterada la legislación de la corporación pública en 2012 para renunciar a la elección por consenso del presidente.

Una presidencia por consenso no presupone neutralidad pero es una garantía de moderación y responsabilidad, cualidades que no existieron en los dos dirigentes elegidos a través de la mayoría de diputados populares: Leopoldo González-Echenique (nada más llegar la guadaña, con dirección de María Dolores de Cospedal, actuó por toda la redacción de Informativos), quien se enfrentó al ajuste duro en la cadena, y el mencionado Sánchez.

Los grupos en la Cortes van a tratar hoy de avanzar en la futura elección por concurso en el consejo de RTVE, lo que se antoja como una utopía para la siguiente legislatura, mientras en esta semana quedará conformado el nuevo consejo provisional con el radiofónico Tomás Fernando Flores como presidente, en un período que se presiente brusco (como poco llenos de conflictos con imposiciones de Podemos) cuando en realidad debería de limitarse a allanar el camino a los sucesores definitivos en el consejo de administración. En la historia de la radiotelevisión pública nacional sólo ha habido dos dirigentes por consenso y entre ambos estuvieron menos tiempo que toda la segunda etapa de Sánchez.

El experimento de Zapatero

Con la creación en 2006 de la corporación RTVE el entonces gobierno de Rodríguez Zapatero asumía los más de 7.800 millones de euros de deuda a cambio de la reestructuración de la casa, inclusive la prejubilación de 4.150 trabajadores (la mitad de la plantilla, una escabechina de experiencia). El llamado resaneamiento de RTVE, tras lustros de desmanes, vendría a modernizar la cadena pública y a convertirle en un organismo modélico y de prestigio, con la BBC en la ilusión (una corporación con mucho más presupuesto y pagada directamente por los usuarios). Esa RTVE fue uno de tantos empeños de Zapatero que rozaban la ingenuidad.

En consenso con el PP se halló un nombre profesional, el periodista Luis Fernández, directivo en Prisa, Mediaset y Sogecable. Tal vez el ego se le subió demasiado a la cabeza y en sus dos años de trayectoria hubo más postureo que otra cosa (a él se le debe el cambio de los logotipos). Mantuvo en la dirección de Informativos a quien ya había nombrado su antecesora, Carmen Caffarel, por propia recomendación de Zapatero, Fran Llorente, nombre que ha surgido de nuevo para una futura presidencia por concurso. Fernández, que accedió en enero de 2007, dio un portazo en noviembre de 2009: era su repuesta al cambio de financiación de RTVE por el que la cadena pública renunciaba a su porción del pastel publicitario.

El consenso PSOE-PP halló un nombre de tintes surrealistas para una cadena diezmada por las prejubilaciones, el ex ministro ucedista Alberto Oliart fue designado presidente de la corporación cuando había cumplido 81 años. Su gestión tampoco llegó a los dos años, enfrentando con los consejeros y directivos y amonestado cuando enchufó a una sobrina. Oliart abandonaba RTVE en el verano de 2011 y la dejaba en el aire con su marcha. Tras él llegaba una tóxica interinidad de unos consejeros divididos y desnortados, entre la cuenta atrás de un cambio de partido en el gobierno y una posterior impaciencia impertinente del entorno de Rajoy.

El caso de la RTVA

Pablo Carrasco y el consejo de administración de la RTVA en 2008 Pablo Carrasco y el consejo de administración de la RTVA en 2008

Pablo Carrasco y el consejo de administración de la RTVA en 2008 / EFE

El consenso tampoco ha sido la panacea en la RTVA. El entonces presidente Manuel Chaves decidió cambiar en 2008 la normativa de la cadena andaluza para adaptarla a la nacional. Costó buscar un nombre que recibiera el respaldo del PP de un envalentonado Javier Arenas. Pablo Carrasco (en la foto, con el consejo de administración en 2008) fue nombrado director general de la RTVA tras tres votaciones en el Parlamento y un mes de infructuosas negociaciones, y aun así, sin la aceptación de los populares. Carrasco relevaba a una de las personas de máxima confianza del ‘perpetuo’ Chaves, Rafael Camacho, que estuvo ocho años en el cargo y logrando, por cierto, los máximos históricos de audiencia de la cadena autonómica, más del doble de los registros que anota actualmente. Por desgaste, con un vaticinado cambio en la Junta que no se produjo, Carrasco dimitió en marzo de 2013, cuando aún le restaba año y medio de gestión. Finalmente fue relevado por el entonces responsable en la radio, miembro del equipo de Camacho, y cuya misión estaba destinada a unos pocos meses. Joaquín Durán ha superado los cinco años de mandato interino y aún estará el tiempo suficiente para superar el plazo como si hubiera sido designado por consenso. Una paradoja más de Andalucía.

No por consenso, sino por clara imposición en el tardofelipismo, el único gestor de RTVE que ha estado más de seis años en la silla de Prado del Rey fue Jordi García Candau, entre febrero de 1990 y mayo 1996, un largo período suficiente para llevar a la ruina al ente público, por despilfarro y soberbia. Fue el peor período de RTVE, inclusive el reciente de Sánchez.

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