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La serie del momento en Netflix es El cuco de cristal, basada en la novela de Javier Castillo, lo que es una base para que este afectado thriller maniobre mejor en un relato con apariencia de rompecabezas y que la ficción se empeña en esclarecer en sus continuos flashbacks subrayando los años. Ese ir y venir agota de más al espectador porque llega a ser prescindible. Con la localidad cacereña de Hervás y los atacados bosques del Ambroz como magníficos escenarios (esperemos que la invasión turística, después de los incendios y la repercusión de la serie, sea moderada), la historia se superpone en varios tiempos y algunos de los intérpretes como Itziar Ituño, viuda de un guardia civil desaparecido, e Iván Massagué, compañero del agente, se avejentan con criterio (no hace falta en el caso de Itziar convertirla en una abuelita).
La historia dirigida por la sevillana Laura Alvea y Juan Miguel Castillo, llevando a España lo que en la novela sucede en EEUU, está resuelta con tino en lo formal, en esos parajes bucólicos que se disfrazan de amenazante invisibilidad, y en especial en lo narrativo, durante seis capítulos que van desembocando en intrigas que parecen inconexas. Los caminos confluyen aunque por momentos la historia de arranque, la sanitaria protagonista (Clara, Catalina Sopelana) que se ve impulsada por la donación recibida de un corazón, parece forzada. También hay interpretaciones sobreactuadas entre los malvados lo que destapa tempraneramente las sospechas del espectador. También se antojan excesivos los folclorismos que plasma la historia, más escandinavos que de apariencia castiza, lo que se supone siendo un pueblo español de lo más tradicional.
Álex García, siempre efectivo, lleva el peso de la historia en su primera parte, con ciertos equívocos, ante un habiltual secundario como Tomás del Estal que llama la atención desde la primera escena (ay, con el peligro de esos subrayados prematuros), personajes que ensamblan la fortaleza de intriga de una ficción zigzagueante en la línea del tiempo y donde los roles jóvenes parecen más planos.
El croquis de la novela da solidez a estos asesinatos en serie entre el silencio del bosque. Eso lleva al espectador a plantearse qué sucedería en la vida real, porque la Guardia Civil es más hábil de lo que aparenta en esta historia. Pero estamos hablando de ficción. Entretenida y consistente. Hay que dejarse llevar, porque merece la pena. Para una serie de Netflix en 2025 ya está muy por encima de la media de la plataforma.
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