Escandinavia a la baja, sin Balcanes y sin Australia

Así hemos visto la gala de Eurovisión: regreso al brilli brilli

  • El rock de Italia con Maneskin se ha alzado con la victoria del festival por el voto del público. España ha quedado 24ª.

Blas Cantó dispuesto a la sesión de votos del Eurovisión 2021

Blas Cantó dispuesto a la sesión de votos del Eurovisión 2021

El año 2020 nos lo escamoteó casi todo, un año de sinsabores. Así que este provocador 2021 de pesadillas diarias nos ha empitonado resignados. Las vacunas nos señalan la salida y de ahí que Eurovisión sea el espejismo de volver a ser lo que fuimos, esperanzas: del regreso a la bendita normalidad, a la deliciosa rutina de los ritos anuales. Bienvenidas estas decepciones que no pasan de ser un divertido ratillo de tele de pantallas LED. Muy bien los comentarista de TVE, didácticos y concisos, la sonrisa de Julia Varela, Tony Aguilar de anfitrión y Víctor Escudero con los datos de un buen eurofan.

¿Cómo ha quedado Eurovisión 2021? Italia había quedó cuarta según el jurado, pero finalmente ganó con 524 puntos, con 318 votos llegados desde los móviles del os espectadores. Francia, Barbara Pravi con Voilà quedó segunda, 499 puntos (251 del público) y Suiza, Gjon's Tears, con Tout l'univers, tercera, 432.

Pero pobre Blas Cantó, posando antes con sus pomeranias. Ojo, lo hizo bien, pero al final ha quedado el 24º, 2 puntos del jurado del Reino Unido, 4 de Bulgaria, y cero patatero del público de todo el continente.

Impecable de voz. Defendió Voy a quedarme pese a que la canción española no era deslumbrante. Faltaba impacto, tono cursi; y el final, parón en seco, fue frío.

Enfrente sólo había que echar un vistazo a la generosa representante de Malta, Destiny, prima de la israelí Netta y salida de un vídeo de MTV a lo Beyoncé. Un videoclip instantáneo, que es lo que ha solido faltar a la delegación española durante años. Y en este, también. La maltesa vociferaba “I’m not your baby”, demasiado parecido a aquel “I’m not your toy” que ganó en 2018. Qué tiempos. Blas, decíamos, defendió como podía un tema con más limitaciones que un estado de alarma. Una luna, mucho falsete y sentimiento, pero así no se puede convencer a un continente.

Tras un paréntesis que se nos hizo eterno como la canción de Bélgica (o la machacona de Azerbaiyán), este regreso de Eurovisión ha sido una noche de brilli brilli, ventiladores y divas pasadas por de rosca con tonos étnicos como si sonara por los altavoces el zoco de Marrakech, como sucedía con la rapera menina de Rusia, la apasionada albanesa, la Norma Duval de Moldavia, la gritona maquinera ucraniana entre flautines o el trío serbio, pelazo de ritmo desfasado con Loco Loco. Ibiza long time ago, como el tipo de Reino Unido, salido de la sección de discos del Pryca. Portugal llamaba la atención con Black Mamba y un romántico tema en inglés, saudade navegando por el Mississippi. Grecia, que no ha marcado mal el paso en estos años (con disco étnico, como su hermana chica, Chipre, este año con la contorsionista El Diablo) también ha caído en el pecado de no innovar demasiado. Finlandia pecó por exceso electrónico y Suecia parece ir confiada en los últimos años. Escandinavia está a la baja y los Balcanes, desaparecidos.

Si era por reinventar lo vintage, el dicharachero alemán, el Loco Mía amarillo de Lituania (Pepe Gáfez); pero, mejor, los impronunciables islandeses, confinados y pregrabados. Frikismo glacial setentero, discotequero resultón. Antecedían a España y no era el mejor contraste a un Voy a quedarme, que iba inmediatamente después, y que sonó así pelín depresivo.

Desde los 80 no ganaba el francés en Eurovisión, el idioma predominante en los primeros años festivales y en este año de regreso tomaba impulso con el Tout l’Univers, de Gonj’s Tears, Rocío Carrasco sound para nosotros. Un Blas Cantó mejorado por potencia y planteamiento. Y por un tema que sabía conmover. Fue el ganador para el jurado con 267 puntos.

Conmovía también la búlgara Victoria, con el intimista Growing Up is Gettting Old, suspendida en la peña del Rey León. Y si había que reclamar el lirismo del francés, Francia, en una balada de siempre con garra, Salvador Sobral a la gala, Barbara Pravi y Voilà. Rozó la victoria que buscaba con el mismo estilo de aquel L’oiseau et l’enfant. Pravi, brava.

Ante el clacisismo francés, el rock poco habitual en estas lides de Maneskin. Los italianos iban disparados. Zitti e buoni, calladitos y buenos, desgarraban estos pepitos grillos con poderío. Italia ha hecho los deberes en los últimos años y su tercer eurovisivo laurel terminó de confirmarse en un noche emocionante donde todo volvía a ser como siempre.

Bendita rutina de este festival que siempre se hace más largo de lo que desearíamos.

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