Toros

Octavio Chacón y Javier Cortés vuelven a pedir sitio en Madrid

  • Ambos diestros dan sendas vueltas, entre tanto Tomás Campos sale de vacío en su confirmación

El gaditano Octavio Chacón, quien concretó ayer una gran actuación en Las Ventas.

El gaditano Octavio Chacón, quien concretó ayer una gran actuación en Las Ventas. / efe

Octavio Chacón y Javier Cortés volvieron a demostrar en Madrid que lo suyo no es fruto de la casualidad, pues, pese a no cortar orejas, dejaron claro que son dos toreros en sazón que pueden y deben empezar a funcionar en las grandes ferias.

Con menos de un cuarto de entrada, se lidiaron seis toros de Montalvo, bien presentados y de juego desigual. Octavio Chacón, ovación y vuelta al ruedo tras petición. Javier Cortés, ovación y vuelta al ruedo tras petición. Tomás Campos, que confirmaba alternativa, silencio tras aviso y ovación tras aviso. La imagen dada por Chacón y por Cortés fue inmejorable. Tienen oficio de sobra, saben lo que se hacen, y, algo aún mejor, hacen el toreo de verdad. Madrid los esperaba con ganas, sobre todo a Chacón, al que ovacionaron tras el paseíllo por haberse convertido en la revelación de San Isidro por la gran lección de que dictó con los saltillos el pasado 4 de junio.

El gaditano volvió a apostar por la lidia total en su primero, al que paró de manera primorosa con unas templadísimas verónicas abrochadas con una media a pies juntos de cartel. Dos capotazos fueron suficientes para dejarlo en suerte en la misma boca de riego. Y el animal fue con alegría al peto. Igual que en el segundo encuentro. De bravo. Otra cosa fueron los dos puyazos que cobró. Infames. Quizás fueron los culpables de que el montalvo no acabara de sacar a relucir lo bueno que tenía dentro, viniéndose abajo demasiado pronto. Pero lo poco que tuvo lo exprimió Chacón en un alarde de oficio y capacidad. Media muleta sobre el albero y tirando del astado con mucho aplomo, temple y largura, mejor si cabe al natural. Buena dimensión del gaditano, que volvió a convencer por la tremenda generosidad de hacer todo a favor del toro.

El cuarto fue un zambombo que, pese a tener alguna arrancada franca, enseguida amagó con rajarse. El mérito de Chacón fue ser capaz de sujetarlo en los medios en varias tandas de muy buena apostura por el derecho, llevándolo siempre muy tapado y muy templado en una labor en la que también le dio fiesta al hilo de tablas con un epílogo de exquisita torería. Se tiró a matar o morir, llevándose un topetazo de aúpa. Lástima que la colocación del acero requiriese del uso del verduguillo, esfumándose una más que posible oreja. La vuelta al ruedo que dio, eso sí, tuvo su peso en oro.

Javier Cortés se puso muy de verdad con su primero, toro al que le faltó clase y recorrido pero que, gracias a su buen hacer, hizo que pareciera mejor de lo que realmente fue. Perfecta colocación y suavidad en los toques. Así logró naturales extraordinarios. Cortés, con el manso quinto, volvió a dar la cara en una faena en la que pegó algunos naturales de buena firma. La congoja de verle prendido por el pecho al ejecutar la suerte suprema animó a la parroquia a pedir una oreja, que, por agravio comparativo con Chacón en el toro anterior, el usía tampoco concedió, y dio la vuelta al ruedo.

Confirmaba alternativa Tomás Campos, que no pudo pasar de los detalles con un primero de corrida que se sujetaba con alfileres; mas pudo desquitarse, en parte, con el noble y enclasado sexto, al que pegó pases de muy buen corte dentro de un conjunto al que le faltó mayor conjunción y, sobre todo, mejor rúbrica con los aceros.

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