Toros

Ponce y Manzanares salen a hombros en Lima

  • El valenciano y el alicantino conquistan al público de la plaza de Acho · Sebastián Castella, con el peor lote, falla a espadas

GANADERÍA: Tres toros de La Ahumada -primero, segundo y sexto-, que cumplieron en presentación y resultaron nobles y tres de Roberto Puga, desiguales en presencia, sin romper y que fueron protestados. TOREROS: Enrique Ponce, oreja tras aviso y oreja. Sebastián Castella, saludos y silencio. José María Manzanares, oreja y oreja. Incidencias: Plaza de toros de Acho. Cuarta corrida de la Feria de Lima. Casi lleno.

Los españoles Enrique Ponce y José Mari Manzanares no defraudaron en la cuarta corrida de la Feria del Señor de los Milagros en Lima, en donde el francés Sebastián Castella tuvo menor fortuna tanto con su lote como con la espada.

Enrique Ponce da lecciones cada tarde. Su maestría va a la par que su intención manifiesta por gustar. Calidad muletera y técnica sutil, casi perfecta logran que el público se vuelque casi siempre con su toreo aquilatado. No fue menos lo realizado en Acho. Tuvo dos toros distintos, uno noble, si bien se apagó poco a poco, y otro, el de Puga, que no rompió nunca. Dos trasteos por tanto distintos. Dos modelos de creación artística. Dos faenas que llevaron al público a jalearlo con gritos de "¡Torero, torero!"

Al primero no lo exigió de entrada. Fue después engarzando series unas menos exigentes que otras, puntuales de acuerdo a la embestida del toro que fue apagándose tras una faena larga. Faena que con la derecha tuvo sus mejores momentos ya que con la izquierda el astado colombiano no remataba. La estocada fue desprendida. En el cuarto, que se paraba y calamocheaba, protestando los muletazos, intenta que este rompa, atacándolo en algún momento logrando dos series impecables. Insiste con el zapatillazo que procura despertar al toro de su sosería siendo el trasteo también largo pero seguido siempre con interés por el público, sobre todo el de sol, muy entregado al maestro valenciano.

Sebastián Castella venía a por todas. Fue buena su faena al segundo, al que mató de estocada deficiente lo que apagó el entusiasmo e inhibió a quienes tuvieron el pañuelo durante la faena, listo para la petición de orejas. El toro fue noble, y el francés esperó que metiera siempre la cara para tirar de él en muletazos largos y coreados. Pedía el toro por el izquierdo que lo atacara más, y que lo alegrase, cosa que hace al inicio de las tandas, pero después a corta distancia con muletazos de su repertorio. El quinto fue abucheado por su falta de trapío, y un esqueleto que cargaba menos kilos que los que se anunciaban en la tablilla. El de Puga fue tardo y sin calidad y el público no atendió a la faena lo que terminó por descorazonar a Castella, quien pinchó en varias veces.

Manzanares también cumplió largamente la papeleta. Su primero tomó a regañadientes la muleta, sin querer entregarse nunca, justito además de fuerzas, con muletazos templados ante la falta de pujanza del toro. Su técnica y el empaque de algunos bellos muletazos le valieron la oreja, tanto como su rotundo uso de la espada. En el sexto, que se movió con transmisión, el alicantino desplegó su toreo luminoso, pero hacia el final de la faena el toro se apagó y deslució. Manzanares mató con eficacia y le valió otra oreja y la salida a hombros junto con Ponce.

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