Madrid | Noveno y último festejo de la Feria de Otoño

Puerta Grande de Ginés Marín

  • Jóvenes espectadores llevaron en volandas al torero extremeño tras cortarle las dos orejas a un gran toro de Alcurrucén

  • Nueva lección de torería de Morante de la Puebla, cuya actuación provocó la entrega de Las Ventas

El extremeño Ginés Marín, que le cortó las dos orejas a un toro de Alcurrucén de clase excepcional, salió ayer a hombros al final de la Corrida de la Hispanidad, última de la feria de Otoño de Madrid, en la que también Morante destacó con una nueva leccion de torería. A pesar de que sólo ese ejemplar propició el gran toreo, el cierre de la temporada madrileña resultó un gran espectáculo finalizado con el triunfador del festejo llevado en volandas por una muchedumbre de jóvenes aficionados, esos que no serán precisamente quienes se puedan beneficiar del famoso bono cultural.

La tarde, desde el principio, por temperatura y luz, ya pareció propiciar algo grande. Y para abrir boca hubo ya una soberbia actuación de Morante de la Puebla, con el público rugiendo desde que instrumentó, asentadísimo y guiándolos con la cintura, los primeros lances a la verónica, prolongados también en un deletreado quite y en un ritmado galleo por tapatías para llevar al caballo al mansito que abrió plaza.

Ya con la muleta, entre un inusitado e inmenso silencio de expectación, Morante aguantó con la misma firmeza de plantas, y la misma verdad, las primeras y secas arrancadas de un animal que, aunque reacio, no tuvo más remedio que entregarse, igual que toda la plaza, a la sinceridad del maestro sevillano, que se volcó luego en la estocada para cortar una oreja de mucho peso.

Hasta que salió el sexto, cuando se produjo el triunfo más redondo, se vivieron otros momentos de interés a pesar de la mansa reservonería de los toros de Alcurrucén. Por ejemplo, el esfuerzo de López Simón tras sufrir una aparatosa voltereta cuando abría faena por estatuarios al segundo de la tarde, que le derribó de un golpe con su certero pitón derecho para después buscarle con saña. Ileso y recuperado del susto, el madrileño puso tesón en un trasteo forzosamente a menos, igual que con el quinto, que no tuvo ni entrega ni clase, como tampoco la tuvo el huido y atrancado manso que impidió a Morante la que, dada la situación, parecía una salida a hombros más que probable.

Por su parte, Ginés Marín también vio cómo se apagaba el tercero, un animal muy sangrado en varas y que, al menos, le permitió rivalizar con el de La Puebla en un duelo de quites por chicuelinas, mecidas y muy toreadas las del sevillano y de más fibra y ajuste las del extremeño.

Así que desde entonces hasta la salida del sexto las grandes expectativas se mantuvieron latentes, justo cuando, tras mansear y salir suelto en los primeros tercios, el de Alcurrucén, Secretario de nombre y de perfectas hechuras, comenzó a desarrollar la profunda clase que apuntó en los capotazos de brega. Tardó un tanto en aprovecharla Marín, con dos tandas iniciales de atascados derechazos en las que, aunque ligó los pases, se encimó más de la cuenta con el notable ejemplar.

Fue al echarse la muleta a la izquierda y dejarle los vuelos en el hocico, cuando la faena levantó definitivamente su vuelo, con naturales de larguísimo y redondeado trazo -especialmente uno ligado de un cambio de mano- acompasados a la despaciosa y profunda embestida del animal, que pusieron en pie los tendidos. Hasta tres series con la izquierda de esa guisa, de pases intensos, pero algo más cortas en número de lo que ofrecía el animal, le sirvieron a Marín para justificar las grandes expectativas de un público que pidió masivamente las dos orejas una vez que cayó el gran alcurrucén.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios