Del dios toro

Una corrida de Valdefresno que fue más bondadosa que brava

  • Primero de los dos turnos de ganaderos de Salamanca en el abono de Sevilla · Toros de hermoso remate y bellas hechuras, y un temperamental quinto de mucha personalidad

UNA corrida puede ser más bondadosa que brava. "Más buena que brava", decían con retintín los ganaderos de cuna. Y al decirlo perdonaban la vida a quien pretendiera lo contrario. La bondad no es ajena a la bravura. Es, simplemente, de otro rango. Tampoco la bondad va necesariamente unida a la mansedumbre. Ni mucho menos. Bravura tiene que ser nobleza y si no, no vale.

Entre las clases de toros que más inquietan se cuentan los llamados mansos pregonados o pregonaos. Por tal se entendía el toro no virgen. Toreado o chaqueteado en el campo, y resabiado por eso y no sólo por eso. También el toro de vuelta de alguna que otra capea. Media mucha distancia entre esa agresiva mansedumbre del toro pregonao y el instinto artero del toro que ataca sólo para defenderse y nada más que para eso y por eso. Pero los calcos verbales tardan en despegarse del lenguaje taurino aunque les cueste arraigar. Todavía se oye hablar de mansos pregonaos en corridas de ganaderías bravas y de toros vírgenes. Metáforas.

Se ha vuelto a abrir en serio el debate sobre la bravura y sus virtudes satélites. Y sobre la mansedumbre, que es un inmenso planeta. Debate entre ganaderos, primero. Y entre aficionados, después. El término de "profesional" se reserva hace ya tiempo para los profesionales del toreo en ejercicio: matadores, picadores, banderilleros. Se presta a tantos matices la cosa que en ocasiones decir de un matador de toros que es "un gran profesional" es como hacerle de menos. No si se predica de un picador o de un banderillero. Los profesionales, grandes o no, discuten de la bravura y la mansedumbre bastante menos que los ganaderos. O menos que quienes simplemente ven o miran los toros y tratan de entenderlos y desentrañarlos.

Los toreros en activo suelen ser muy maniqueos. Un toro es bueno o malo. Y no hay más que hablar. Hay excepciones. Pero por razones más que perentorias los matadores de toros son egocéntricos cuando hablan no de toros sino del toro que les ha tocado en suerte. Lo ven desde otro punto de vista. Naturalmente. Más bondadosa que brava salió la corrida de Valdefresno, la primera de las dos de Salamanca anunciadas este año en Sevilla. El punto de bondad que los ganaderos de Valdefresno le han dado a la ganadería no es sencillo de lograr en ganaderías de procedencia Atanasio.

Ni tampoco ese punto de finura en remate y hechuras que la distingue. Los dos últimos de la corrida de ayer fueron realmente hermosos y, dentro de lo que es su encaste, dos joyas. El quinto, el único zancudo del envío, el de mejor galope de salida, fue, además, y pese a sus huidas a querencia, un toro de bravo fondo y hasta una gota de temperamento. Entre los matices maniqueos que adornan el renovado debate sobre lo bravo, lo manso, lo bueno y todo lo demás se ha abierto paso una definición muy chocante: se habla de "genio del malo" en el caso de algún toro como si existiera su opuesto, es decir, genio del bueno. ¿Temperamento?

Seguramente. Cuando gana la partida, el toro de temperamento parece percibirlo. Y es como si rompiera la baraja. Pasó con ese quinto valdefresno. Tan lindo y tan armado, tan dueño enseguida del terreno y del espacio. No tan bondadoso como los demás. Menos bueno.

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