Fue torero, fraile y condujo durante años su Rolls Royce por las calles de París. Halló su razón vital.

Desear ser radicalmente feliz es en vano si uno no ha nacido bendecido por esa gracia.

Hay mínimo común denominador de amistad pública, a despecho del abyecto.

Paralizar un trámite legislativo neutraliza el principio de autonomía parlamentaria.

Nos hemos instalado en un estado de alarma verbal que a la postre sirve para que se diluyan las responsabilidades.

Si la fe en nuestra loable ficción constitucional se diluye, que cada palo aguante su vela.

Sorprende que quien se afana de liberal se deslice por esta senda del lenguaje.

Quien desempeña funciones de gobierno no puede imputar a los jueces de este país una incapacidad psicológica y moral.

En España se quiso quebrar el orden constitucional y no es inverosímil que esta tentativa vuelva a tomar cuerpo.

Que nadie confunda la imbecilidad industrial y vírica con el noble arte de la mentira.