Almería y sus personajes I Javier Soriano Trujillo (Coronel de Infantería en la reserva)

“Conseguí abrir el Patio de los Naranjos a los almerienses”

  • Su vocación militar le sobrevino tras ver a los soldados ayudando tras el derrumbe del edificio Azorín

  • Tras 42 años en el Ejército, pasó a la reserva

El coronel Soriano Trujillo recibe el Escudo de Oro de la ciudad tras su pregón de Los Coloraos.

El coronel Soriano Trujillo recibe el Escudo de Oro de la ciudad tras su pregón de Los Coloraos. / Rafael González

Cuando los primeros días de clase repasábamos las fichas de los alumnos y veíamos uno que había vivido en varias ciudades y estudiado en distintos colegios, no fallaba: hijo de militar. Y es que su vida nómada obligaba a demasiados traslados familiares. Fue el caso del coronel Javier Soriano.

–¿O no es cierto, coronel?

–Bueno, pues sí. Cada ascenso suponía un traslado y, cuando los niños son aún chicos, llevarte a toda la familia. Yo he estado en Zaragoza, Toledo, Almería, San Fernando, Ceuta, Granada, Madrid, otra vez Granada y finalmente Almería. Cuenta destinos.

–Comenzamos con una anécdota: tu vocación militar.

–De niño vivía en la calle Hnos. Pinzón, frente al edificio Azorín. Un día estábamos comiendo, escuchamos el ruido más horroroso que jamás he oído y comenzó a entrar polvo blanco por las ventanas, abiertas pues aún era verano. El Azorín se había derrumbado. Enseguida comenzó a llegar gente para retirar los escombros y mi gran sorpresa fue ver al día siguiente gran cantidad de soldados ayudando en las tareas. Eran de reemplazo, ni siquiera eran de Almería, y pasaban horas y horas en ese infierno. Eso marcó mi vocación militar.

–Diez años tenías entonces...

–Sí, hace ya 50 años de aquello pero nunca he olvidado ese afán de servir a la sociedad que mostraron aquellos soldados. Y decidí ser uno de ellos. Acabé COU y le dije a mis padres que quería ingresar en la Academia Militar.

"Era una pena tener un espacio tan bello como el Patio de los Naranjos cerrado a la ciudad"

–Eso te supuso irte a Zaragoza.

–Tenía 18 años y aprobé las oposiciones. Estuve cuatro años en Zaragoza y uno en Toledo y salí con la graduación de teniente. Mi primer destino fue el BRIR de Viator, donde pasé tres años y comprobé que había elegido mi futuro correctamente. Mi vocación se había hecho realidad.

–Pero comienzas a ascender y ello te suponía traslados.

–Inevitablemente era así. Al acender a capitán me mandaron a San Fernando y me sirvió para conocer Andalucía occidental. Luego hice en Madrid el curso de Estado Mayor, donde estudié estrategia, organización y tuve amplio contacto con el mundo civil, que casi lo desconocía.

–De allí, a Ceuta, de donde tienes una anécdota.

Ceuta, ciudad españolísima. Que nadie les hablara de España, que te decían que ellos también eran España. Había que matizar: ‘la Península’. Bueno, pues estando yo allí comenzaron los problemas en la frontera y el Estado Mayor ordenó hacer una valla en 1996 para delimitar. El problema fue que no había alambre suficiente y no había forma de acabarla por falta de material.

Su ‘rejura’ de bandera a los 25 años de ingresar en el Ejército. Su ‘rejura’ de bandera a los 25 años de ingresar en el Ejército.

Su ‘rejura’ de bandera a los 25 años de ingresar en el Ejército.

–Tras tu paso por Granada, ingresas en un cuerpo nuevo.

–El Mando de Adiestramiento y Doctrina, en el que viví los problemas de dirigir un cuerpo nuevo con el rechazo en ocasiones de quienes creían que no era necesario. Pero bueno, sobreviví.

–Y en 2001, vuelta a Almería.

–Sí señor, a la Legión. Tras tantos años de despachos, quería volver al contacto con la tropa. Aquí ascendí a coronel y me nombraron delegado de Defensa en 2012. Entonces tomé contacto con el mundo civil tras más de 30 años en la burbuja militar. Me relacioné con cargos institucionales, organismos públicos... con la ciudad, vamos. Me resultó una experiencia magnífica.

–Y pudiste hacer realidad una de tus metas.

–Que el Patio de los Naranjos se abriera a Almería. Era una pena tener un espacio tan bello cerrado a la ciudad. Tras muchas solicitudes y permisos, conseguí que Almería pudiera disfrutar de él.

"Mi mejor recuerdo no es militar: cuando el alcalde me impuso el Escudo de Oro de la ciudad en Los Coloraos”

–Oye, te has especializado en dar pregones...

–¡Ja, ja, ja! He dado tres: el del Casco Histórico, el de la Virgen del Mar y el de Los Coloraos. Me lo pidieron y no pude negarme; pero yo no soy pregonero.

–Tras pasar a la reserva, te llegan dos reconcimientos que te llenan de orgullo.

–Así es: una placa que me entregó la Policía Local, otra el Cuerpo de Bomberos y el Escudo de Oro de Almería que me impuso el alcalde. Son las mayores alegrías de mi vida, curiosamente, civiles, tras 42 años de militar.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios