Cuentos del Diario

Siempre te amaré

Siempre te amaré

Siempre te amaré

Durante el pasado mes de agosto, en estas mismas páginas, se publicó por capítulos un hecho real; sobre la vida de María Dolores, desde su adolescencia. Las ganas de vivir que siempre tuvo, lograron que superara con tenacidad todas las adversidades y dolencias que padeció. Desgraciadamente, desde mediados de noviembre del pasado año 2020, ya no se encuentra con nosotros. Por este motivo, aprovechando este día de San Valentín, y para cerrar esta historia que ha tenido infinidad de vivencias apasionantes e inigualables. Intentaré introducirme en el pensamiento y en los recuerdos de Alfonso, su marido… Estoy seguro que María Dolores, donde quiera que se encuentre, disfrutará de la lectura.

Como cada día, Alfonso despertó envuelto entre unas sábanas que no le ofrecían la misma calidez que antaño, no conseguía dormir suficientes horas, ni disfrutar de un descanso reparador; ya ni siquiera echaba cuentas al despertador que cada mañana le avisaba, permanecía ensimismado en sus pensamientos, hace tiempo que ya no tenía prisa, ni asuntos importantes que atender, porque desgraciadamente muchas cosas de su vida habían quedado relegadas a un segundo plano. No quiere recordar; sin embargo, nunca podrá olvidar aquel infausto suceso que desgarró su alma, sumiéndole en una sensación de soledad desconocida hasta ahora y para la que probablemente nadie está preparado.

La ausencia de María Dolores en su vida le producía un vacío indescriptible, un espacio que nada, ni nadie volvería a ocupar. Desde el instante que falleció su mujer, sintió como se había marchitado una parte de él; confluyendo, en lo más profundo de su ser, un cúmulo de emociones que no sabía cómo gestionar, sintiéndose atrapado en un mal sueño del que no podía despertar. Innumerables fueron las ocasiones que esperó encontrársela en aquella butaca suya, ubicada en la terraza y, que tantas horas de descanso le prestó; pero la dura realidad era bien diferente y seguía encontrándose vacío, con la cruel compañía de cientos de recuerdos vividos que le torturaban día tras día. Había comprendido que, a pesar de la ausencia física de María Dolores, no había fuerza en la tierra, ni distancia lo suficientemente grande para que dejara de recordarla, imaginándose junto a ella todavía como si no hubiera marchado.

Ahora, cuando todo su mundo se había venido abajo, sólo podía recurrir a su fortaleza para salir adelante, pensar en el resto de su familia y recoger las piezas rotas de los sueños que tenía en común con María Dolores, para tener una nueva oportunidad. Y así, conjugando el tiempo y la voluntad, decidió reconstruir estos fragmentos de su vida, encontrar la entereza suficiente para que donde quiera que estuviese su mujer, se sintiera orgullosa de cómo afrontaría este arduo camino sin ella. Levantar la mirada y comprender que la vida aún tenía mucho que ofrecerle, apoyarse en sus hijos y nietos, retomar todos aquellos proyectos olvidados, sueños comunes que eran importantes para ellos y que quedaron postergados por una vida llena de quehaceres que deben ser atendidos con urgencia. Su nuevo propósito sería cumplir todos aquellos deseos, convencido que desde algún lugar María Dolores podía verle y se alegraría muchísimo de percibir que en ningún momento dejaba de tenerla presente.

Ella fue una luchadora incansable desde su juventud, desgraciadamente falleció sola en la cama de un hospital; ningún ser querido pudo estar a su lado para despedirse de ella con un último beso. Debido a la crisis sanitaria sin precedentes que vivimos en la actualidad, muchas personas del entorno pensaron en primera instancia que el Covid fue el causante de su muerte; sin embargo, no fue así, simplemente había dejado de comer, hasta que un estado de malnutrición severo la llevó a su eterno descanso. Alfonso, en ningún momento podía imaginarse que podía fallecer a causa de unos hongos en el aparato digestivo, pero así fue. En el escenario que vivimos, todo lo que no sea el maldito y nefasto virus tiene que esperar.

Alfonso nunca exteriorizaba sus sentimientos verbalmente, lo cual no quería decir que no los tuviera; era una persona que demostraba su amor de otras formas, siempre permaneció a su lado cuando le necesitó, prestándole su apoyo ante cualquier situación que la vida les deparase y entregándose en cuerpo y alma. Ironías de la vida, aquel día de San Valentín en su mente rondaban palabras emocionadas de amor que le hubiera gustado recitarle al oído, lamentaba no haberla mirado más veces fijamente o haberle dicho en más ocasiones lo importante que ella era en su vida y lo agradecido que estaba por haber encontrado a una persona tan maravillosa en su camino; que conocerla había sido, es y será lo mejor que le había deparado esta vida.

En la soledad de su habitación reconocía, que María Dolores era todo cuanto siempre había soñado en una mujer y lo que tanto tiempo había estado esperando, hasta que un día apareció como un rayo de luz en la oscuridad, iluminando su vida y haciéndole entender que el amor existe, que es real.

En aquellos instantes de soledad, reconoció el dolor más amargo de todos, al evocar la imagen de aquel joven carpintero y ebanista, recordando aquella tarde de otoño, en la que le robó su primer beso de adolescente, quedándose enamorado para siempre.

Se recordaba como un joven carpintero repleto de ilusiones, disfrutaba rememorando los inicios de su incondicional relación de amor y su juventud repleta de proyectos de negocio propios, donde estaba seguro que despagaría económicamente; dando lugar a la decisión de casarse y formar una familia. Las lágrimas inundaban sus ojos, al saborear nuevamente todos aquellos placeres de la vida marital, viajes o simplemente disfrutar del tiempo juntos.

La imaginó arreglada para él, le gustaba cuidarse, para que su marido se sintiera atraído por ella, y no perdiera la ilusión. Pero Alfonso nunca dudó de su compromiso y del cariño que, en todo momento, le profesó. Juntos, habían visto a sus hijos crecer sanos y felices, forjándose un futuro, haciéndose un hueco en una sociedad tan despiadada y competitiva. No obstante, en la soledad de aquella habitación, también renació en su memoria el recuerdo de todo lo acontecido, era el día de los enamorados y quiso borrar de su mente todo el calvario y todo el sufrimiento que juntos habían vivido.

De pronto, escuchó el timbre de la puerta;  observó la silueta de su nieta que corría sonriendo para abrazarle. Sabía, que no podía abrazar a sus hijos; sabía que debía de llevar mascarilla; sin embargo, la mera presencia de su nieta y la noticia de que iba a ser nuevamente abuelo le reconfortó, siendo suficiente para saber que sus hijos aún lo necesitaban. 

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