Aquel niño que vivía en un cortijo de Gachas Colorás era buen estudiante y sacaba sobresaliente en todo. Pero aquel verano del 56 le pasó algo que cambió su vida.
–Con 13 años tú querías ser Ingeniero Agrícola pero...
–Sí, como me crié en un cortijo de Gachas Colorás, yo quería dedicarme a algo relacionado con la agricultura. Pero un empleado de la joyería que mi tío había abierto en 1945 en el Paseo tuvo un accidente y me pidió que lo sustituyera ese verano. Era el año 1956 y la ‘sustitución’ duró 49 años.
–Explícanos cómo pasaste de soñar con ser técnico agrícola a técnico relojero.
–Pues el trabajo empezó a gustarme y cuando se incorporó el ‘titular’ me fui a Barcelona a hacer un curso de relojería en la casa Omega. Allí aprendí la teoría y el relojero granadino Maturana me enseñó luego la práctica. Total, que con 17 años era ya técnico relojero titulado, de los poquitos que había en Almería.
–Así estabas de solicitado...
–¡Ja, ja, ja! Trabajaba por el día en la Joyería Miras y por la noche reparaba relojes que me enviaban de una joyería de Albox. Luego me casé y mi mujer, que trabajaba en Simago, pasó a ser ‘ama de casa’, como se decía entonces, y a criar los dos hijos que tuvimos.
–En ese casi medio siglo habrá cambiado mucho la relojería...
–El cambio más sustancial fue el paso del reloj mecánico, de cuerda, al de cuarzo con circuito integrado que se accionaba con el movimiento del brazo. Un día vino un hombre y me dijo que el reloj se le había parado. Lo abrí delante de él, le soplé y empezó a andar. “Son 25 pts.” le dije. “¿Por soplarle, 25 pts?” “El soplido es gratis; el dinero es por saber dónde tenía que soplarle”.
–Los relojes más caros y raros que han caído en tus manos...
–Los más caros, los Rolex Bacherol de oro, que llegaban a costar 80.000 euros. El más raro, quizá uno de bolsillo con cadena, triple tapa y sonería de martillo, todo ello de oro, con tres muñequitos que golpeaban para dar la hora. Una joya que el propietario perdió por un embargo.
–En los años de oro del cine os visitaban los mejores actores...
–Sobre todo a comprar Indalos. Por la joyería han pasado Brigitte Bardot, Claudia Cardinale, Clint Eastwood o Charlton Heston. Pero mi tío era muy estricto y no nos dejaba fotografiarnos con ellos.
–Venga vámonos ahora a los toros, tu gran pasión.
–Así es. Comencé a ir a los toros a los 8 años con mi padre, abonado del tendido 6. Con 30 años, Manolo Illescas me hizo socio de la peña Jueves Taurinos y aquello fue decisivo. Empecé a viajar a ganaderías a ver el toro en el campo e hice amistad con ganaderos como Palha, Algarra y, sobre todos, con Adolfo Martín. En 2011 me concedieron la Medalla de Plata al Mérito Taurino, tras haber sido muchos años vocal de la Federación Nacional Taurina.
–Incluso has hecho tus pinitos literario-taurinos...
–¡Ja, ja, ja! Lo dirás porque he publicado cuatro libros de toros aunque el útimo aún no lo he presentando por la pandemia. Se llama ‘Pasado y presente del toreo’, con prólogo de Adolfo Martín y dedicado al torero ‘El Cid’.
–La Maestranza te hizo llorar...
–Fue la primera vez que iba a ver toros allí. Cuando entré y la vi tan majestuosa y casi vacía, me vinieron las lágrimas por tener el templo del toreo casi para mí solo.
–También has sido futbolista y flamencólogo.
–Fui portero del San Quintín varios años en partidos de equipos de barrio; y soy socio de la peña El Arriero, de Viator, gracias a mi amigo Lucas López.
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