Manuela Ortiz es una jubilada a la moda. Hace tres años que usó por primera vez un smartphone. Desde entonces, se comunica con sus vecinas, amigas e hijos por Whatsapp e incluso hace sus pinitos en Facebook. Ella, a sus 68 años, se considera “una vieja moderna”, pero, en realidad, esta vecina de Doña María lo que tiene es muchos huevos. De hecho, gracias a estos tiene casi todo el día ocupado.Y es que Manuela ha conseguido hacer de su jubilación una época en la que devolver a la vida los recuerdos de su infancia y de la de todos ¿Quién no ha bebido alguna vez de un pipote? Esa especie de botella abombada de barro que guardaba el frío durante horas y horas y cuyo uso se ha ido perdiendo con el tiempo frente a las novedosas botellas térmicas.
Y lo hace con muchos huevos. Eso sí, los rompe. Si no, no hay forma. “He transformado más de 50 objetos desde que empecé. Te puedes tirar hasta una semana en una pieza. He hecho garrafas, jarras, cajas de cartón de los zapatos, botellas, fiambreras”, explica Manuela, a quien le llegó la afición hace unos años, acudiendo junto a vecinas y amigas del pueblo al Guadalinfo: “Allí, en Internet, miramos cómo se hacía. Y ya me fui preparando para hacerlo. Empezamos a guardar las cáscaras de los huevos, compré la cola, la pintura...”
La fiebre por la cáscaras de los huevos ha hecho que sus hijos, vecinos y gente de su entorno que no tire ni una cáscara a la basura. “Las guardan y luego me las traen para que pueda seguir haciendo cosas. Yo no les obligo, pero contribuyen”, explica. Todo el mundo le echa huevos a Manuela.
¿Y de qué sirve todo esto? Primero, Manuela ha encontrado una forma más que valiosa para mantener en forma su cerebro y su movilidad y, segundo, ha conseguido que objetos que habían perdido su vida la recuperen en forma de brillantes creaciones. “Estaría todo el día y la noche haciendo, pero no es cuestión. Le dedico cinco o seis horas al día”, explica , argumentando que todo lo que trabaja son cosas antiguas . “Lo más antiguo que he reformado es una garrafa, que puede tener 80 años... La tenía mi marido. El pipote lo vi colgado en un patio que tenemos, no tenía uso y yo se lo busqué. Lo fregué y lo fui preparando. Se puede beber agua incluso, otra cosa es que enfríe del todo. Pero su función la hace. Y encima es bastante más bonito”.
Manuela ha conseguido hacer espectaculares cajas para guardar lo que sea incluso de fiambreras: “En ellas, yo por ejemplo meto barras de labios y cosas del maquillaje”. ¿Y Cómo lo hace? “Rompemos los huevos y las cáscaras las hacemos trocillos y se las vamos pegando con cola. Cuando se seca, se les da otra mano de cola. Luego la pintamos, si queremos las envejecemos con una pintura marrón y si no las dejamos así. Y luego compramos servilletas con dibujos y también se van pegando. Son de papel normal pero con dibujos. Se compran en las tiendas de manualidades”.
La pregunta es evidente, ¿Manuela se ha planteado venderlo? La respuesta es no: “No he pensado en venderlo, si algún día me hiciera falta el dinero, pues mira, pero de momento no. Esto no es barato, son muchas horas y mucho entretenimiento”.
Pero jugar con las cáscaras de los huevos no es lo único a lo que se ha venido dedicando Manuela: “He hecho también alfombras de vestidos y ropas que ya no te pones. Muñecas de goma eva (gitanas, enfermeras, futbolistas, muchas niñas...), he enredado sillas, he hecho floreros... Desde 2015 hago manualidades y así echo el día”.
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