El árbol de las mariposas doradas | Filmin

Tenéis que ver la vietnamita

“Tenéis que ver la vietnamita”, nos decían los amigos más fiables que estuvieron en Cannes o que la repescaron en algún otro festival de la temporada. La vietnamita se titula Inside the cocoon yellow shell, aquí la han traducido libremente como El árbol de las mariposas doradas, es la primera película del hasta ahora desconocido Pham Thiên Ân y por fin ha llegado a España, casi un año después, directamente al catálogo de Filmin.

Y, en efecto, es una película extraordinaria: sensorial, hipnótica y seductora en su viaje (espiritual) por el paisaje de aquel país asiático de la mano de un joven en una doble búsqueda de la fe (perdida) y de su propio hermano desaparecido, a quien debe comunicar la noticia de la muerte de su ex-esposa en un accidente acompañado de su hijo pequeño con quien ha trasladado el féretro desde Saigón.

Ya desde la primera secuencia, Thiên Ân revela su filiación con el cine de Apitchapong o Díaz en el trazado de largos planos-secuencia en los que una cámara casi flotante se desplaza sutilmente por el espacio. Vamos descubriendo con ella la realidad física que rodea a nuestro protagonista, reticente a coger el teléfono mientras se da un masaje en una sauna, responsable moral poco después de ese viaje obligado de regreso al hogar abandonado para trasladar los restos de su nuera y hacerse cargo de su sobrino.

Se abre entonces el filme a un trayecto reposado y contemplativo con paradas, encuentros y ensoñaciones que se superponen sin filtros ni transiciones explícitas en un tapiz mecido por el susurro de la palabra, los relatos y las fábulas y los sonidos de la naturaleza que lo acompañan al corazón de la comunidad católica rural en la que se crio y donde la aparición de un viejo amor de juventud, ahora monja, dispara el filme hacia una hermosa y deslumbrante luz escénica que lo enmarca ya en el territorio del mito. También lo hará poco después otra memorable escena en la que los amantes parecen danzar entre las ruinas de lo que fue una felicidad plena que ahora ya sólo puede ser recordada con nostalgia.

Así, etapa a etapa, camino a camino, entre la vigilia y el despertar del día, El árbol de las mariposas doradas se dirige hacia esa epifanía en la que se anudan la autobiografía, las raíces y la historia reciente del país (también el eco de la guerra que lo hizo famoso), hacia esa trascendencia, preludiada por una anciana en la penúltima parada, que libere al fin a nuestro protagonista de toda esa pesada carga de la conciencia y la vida mundana que lo tenía atenazado. Filme hermoso y sugerente como pocos hemos visto este último año, el de Thiên Ân se queda ya entre nosotros como gran promesa de futuro.