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Calle Arráez (V)

  • Sosegada. La céntrica vía del Casco Histórico, cuasi peatonal fue alineada en su traza original para permitir el tránsito en ambos sentidos de carros muleros cargados del Puerto hasta la Aduana

Calle Arráez (V)

Calle Arráez (V)

Permanecemos en la céntrica y sosegada vía del Casco Histórico, cuasi peatonal merced al escaso tráfico rodado. Atenuada en su desnivel original y alineada -al igual que la calle Cervantes- por el arquitecto municipal Trinidad Cuartara, con anchura suficiente para el tránsito de carros muleros cargados con mercancías desde el Puerto a la Aduana de Rentas de Hacienda, en la plaza del Carmen (hoy de la Administración Vieja), frente a la huerta donde Las Puras construyeron en el último tercio del s.XIX el colegio La Inmaculada (actual UNED y antes Radio Juventud y cuartel de la Guardia de Asalto). En la calle Arráez dejábamos a María Jover Greppi, primogénita del propietario del emblemático inmueble que la distingue, esquina a c/. La Reina: el caserón de 835 m/2. y dos plantas, con 43 y 38 habitaciones respectivamente.

Desde 1851 gozó de una donación específica mensual de sus padres hasta el fallecimiento de ambos, momento en que entró en posesión de su fortuna como heredera única y legítima. Notaría de Vázquez Marín, abril de 1852:

"Al contraer matrimonio la Sra. María Jover… con el Sr. D. Martín Belda… casado INDEPENDIENTE DE LA VOLUNTAD de los Sres. relacionados, impidió hacer a su referida hija las demostraciones del singular aprecio y cariño que les merece y se acostumbra en todos los casos entre personas acomodadas… Y persistiendo el entrañable amor que a su nombrada hija aún profesaban, con libre y espontánea voluntad de entrambos… de nuevo le ceden a su Sra. hija María, en concepto de pensión alimenticia, los fondos de la hacienda de riego situada en jurisdición de Huércal, pago de Alhadra, conocida con el nombre de Obra Pía. Compuesta de 238 tahúllas de tierra de riego y algunas tahúllas más de río y en la actualidad panificable; con dos casas-cortijo y dos norias con las horas de riego que le corresponden… Cuya finca adquirieron los Sres. otorgantes de la Nación en pública subasta (desamortización de bienes eclesiásticos y en poder de "manos muertas"). Los esposos se hallaban ausente cuando la firma notarial.

HUNDIMIENTO DE PALACETE

El arquitecto y maestro de obras que lo proyectaron -cuyos nombres desconocemos- fueron en última instancia los responsables del siniestro del edificio más sobresaliente en aquella Almería decimonónica. Al amanecer el 9 de febrero de 1879 las campanas de la catedral tocaron a rebato anunciando una desgracia en la feligresía del Sagrario, a las que se sumaron las torres y campaniles próximos. No se trataba de un incendio sino del desplome parcial de la casa solariega de José Jover. El estruendo se escuchó de Plaza de Pavía a Conde Xiquena (antes Grillo), donde residía el Dr. Emilio Idáñez, uno de los primeros en prestar auxilio. Un ruido ensordecedor, "como cuando se descargan varios carros de escombros… Repitiéndose a los treinta segundos el mismo ruido que hizo levantarse de sus lechos a muchos de los vecinos". La curiosa multitud acudió con presteza al tiempo que -al mando del maestro Pedro Cruz- "hombres con heroico valor penetraron en el interior del edificio y como leones comenzaron a trabajar con la esperanza de salvar de la muerte a las víctimas enterradas en aquella triste tumba".

Como informaba La Crónica Meridional, la sorpresa y el dolor no fue tanto por las pérdidas económicas que llevaba aparejadas sino por el número de vidas que se cobró: dos mutilados por los cascotes y otros dos por asfixia: María Greppi Hernández de Nalda (viuda de José Jover, de 68 años); su hijo José (exdiputado a Cortes); su nuera Luisa Martínez Medinilla Orozco (marquesa de Medinilla, ubetense de 30 años e hija de la marquesa de Vallmediana) y la doncella de ésta, Francisca Cózar y Cortés. Los cadáveres fueron descubiertos ocultos bajo una capa de dos varas de escombros, a causa del desplome de la media naranja de mampostería que cubría el patio principal o de luces de la casa. Ya resentida por haber flaqueado uno de los pilares de sus ángulos y que, al desprenderse, en vez de precipitarse en línea vertical resbaló sobre el ángulo débil, horadó el techo del terrado y después el de la habitación del primer piso. Precipitándose todo (media naranja, pilares, cantería, ladrillos) sobre la habitación inferior. En esta se encontraban los cuatro damnificados, asistiendo en su severa enfermedad al citado José, "postrado en el lecho y a quien según los vaticinios de los médicos restaban escasos días de existencia". Los féretros fueron portados con el ceremonial de costumbre desde la casa mortuoria (con responso en la parroquial del Sagrario y despedida del duelo en la rambla de Belén) hasta el camposanto municipal de San José por labradores y colonos de la familia Jover, en medio de una manifestación popular cifrada en dos mil personas. Y es que sus paisanos quisieron rendir homenaje póstumo a la memoria de María Greppi, "dado los buenos sentimientos que distinguían a la señora viuda de Jover, pues eran muchos los pobres vergonzantes y las familias necesitadas a quien esa señora, de trato afable y llano, socorría y amparaba a cuantos a ella acudían. Que no era doña María Greppi de esas personas acaudaladas, encerradas en la coraza de su egoísmo, en cuyo corazón no se representan jamás los ecos de las súplicas de sus semejantes ni cuya alma se conmueve ante la miseria ajena".

Desde la lejanía en el tiempo y espacio, y sin mayores elementos de juicio, no podemos por menos que validar las virtudes que atesoraba dicha mujer (transmitidas a su hija), ejemplo aislado de la ilustrada burguesía almeriense de la época. Con idéntico argumento comulgó la comunidad de monjas claustrales y el capellán del vecino Real Convento de la Purísima Concepción. La abadesa suplicaba a los fieles y personas piadosas que se sirvieran encomendarlos a Dios en sus oraciones y asistieran a los funerales que por el eterno descanso de sus almas se celebraría en la iglesia conventual el 15 del repetido febrero de 1879.

María, esposa separada del marqués de Cabra, se salvó por alojarse en dependencias alejadas o bien en una casa colindante de su propiedad. A ella regresaremos en la siguiente y última entrega del serial. Vista la magnitud del desastre y la carencia de un cuerpo específico de intervención inmediata, el Ayuntamiento aprobó (plenario de 25-V-1879) la creación (y reglamento) de una brigada de zapadores-bomberos contra incendios y otros accidentes, precedente histórico del actual Parque de Bomberos. En el anecdotario cabe señalar un surrealista artículo en prensa del poeta/cuentista Martín del Rey y, ya en nuestros días, los comentarios de un friqui asustaviejas y embaucador, cultivador de patrañas esotéricas, afirmando que del interior del inmueble surgen voces y lamentos. Su explicación es más sencilla, escasamente sobrenatural: son los suspiros de quienes frecuentamos el Archivo "Adela Alcocer" ante lo mal pagados que están los trabajos de investigación de meses e incluso años.

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