Antonio Ramón Salas, alcalde de un pequeño pueblo de poco más de 700 habitantes, nunca hubiera pensado que la necesidad de niños en el colegio de su pueblo iba a provocar la avalancha de llamadas e historias que en la última semana se han producido a su teléfono móvil. Y es que como ya les contábamos el pasado domingo, este alcalde ante el cierre del ciclo de ESO en el colegio El Hijate por falta de alumnos decidió hacer una oferta a familias con hijos de 11 y 12 años, para que vinieran a vivir al municipio y matriculasen a sus pequeños en el colegio. A cambio ofrecían vivienda libre de cargas, trabajo y una beca de 3.000 euros por niño.
La oferta se colgó en la página web de Alcóntar, y una vez que la noticia trascendió a este diario, la repercusión se trasladó a todos los ámbitos y medios de comunicación nacionales. Familias de Huércal de Almería, de Baza, Antequera, Huércal Overa, o incluso desde Ciudad Real, Canarias o Pamplona, se han ofrecido en los últimos días para trasladarse a este pueblo del Alto Almanzora y, poder así, tener una nueva oportunidad. A partir de ahora se sumarán a los vecinos de Alcóntar ciudadanos ecuatorianos, brasileños y argentinos. Es el caso de Daniel y su familia, oriundos de San Pedro, provincia de Buenos Aires.
La historia comienza hace algo más de dos años, cuando Daniel, apremiado por la mala situación del país, llega a España detrás de una propuesta de trabajo, que resultó no ser lo esperado. Inmediatamente se puso a buscar otroe empleo. Fue cabrero, troceador de pollos y guarda jurado. En alguno de ellos aún está esperando que le paguen. A punto de tirar la toalla y pedir la repatriación voluntaria a Cruz Roja, el pasado lunes, decide ponerse en contacto con La Casa Argentina de Roquetas de Mar, quienes le proporcionaron la información y los teléfonos de contacto. Ahora tocaba la entrevista con el alcalde, y para ello echando mano de los últimos ahorros, Daniel se sube a un autobús que lo llevaría hasta Alcóntar. Al llegar diez minutos tarde, el cupo estaba cubierto. "Me quería morir", nos cuenta nuestro protagonista, y sigue, "de repente apareció el alcalde y al verme que estaba destrozado, me pidió que me tranquilizara, que podía ampliar el cupo y que haría lo posible por arreglar la situación. Me ofreció su casa, el traslado de muebles, y de momento matriculamos a mi hija en el colegio".
La versión coincide con la del primer edil, quien a lo largo de la conversación, nos confiesa haber sido inmigrante y trabajado en oficios diversos, como cabrero o carnicero. "Se lo que significa estar en esa situación, tengo tres hijos y es muy difícil encontrarte con que no le puedes satisfacer sus necesidades. Este es un pueblo acogedor y solidario, y si ellos así lo quieren, pueden forjar aquí su futuro". A lo largo de la conversación, a este alcalde sin sueldo, no le deja de sonar el teléfono móvil, trata de no inmutarse al contestar las llamadas de los medios o las de más personas, que de los rincones más insólitos del territorio, aún piden información de esa tentadora oferta. Eso sí, dice Antonio Ramón , "no les dejo que me cuenten su historia, porque ante realidades tan conmovedoras, soy incapaz de decir que no".
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