Almería

Y la Virgen volvió a la mar

  • 'El día de los marineros' contó la presencia de miles personas en el Puerto de Almería · Las mujeres cantaron una Salve y lanzaron claveles y rosas al agua creando una hermosa alfombra rojiblanca

La Virgen del Carmen salió de la iglesia de San Roque a las 18:30 horas de ayer, cuando los miembros de la Agrupación Musical Nuestra Señora del Mar entonaron las primeras sintonías de una procesión que abarrota las calles y puertos mediterráneos desde tiempos inmemorables.

"¡Viva la Virgen del Carmen! ¡Guapa, guapa y guapa!", gritaban las mujeres, en su mayoría vestidas de blanco faralae y lunares rojos, mientras descendía la procesión lentamente por la estrecha calle que comunica el puerto con el barrio de Pescadería.

A medida que avanzaba la imagen hacia el muelle, brotaban los recuerdos de los numerosos ancianos que acuden a esta cita desde que, dicen, sólo eran críos. Aunque los tiempos han cambiado, los almerienses mantienen la misma devoción que durante aquel entonces. "Recuerdo cómo mi madre nos vestía de gala y lucía el mejor de sus vestidos. El día de los marineros duraba una semana. Hacían competiciones deportivas durante esos siete días y hoy se celebraban las finales. Había combates de boxeo, fútbol y numerosos deportes acuáticos", dijo Pablo Tesón, un vecino que rememoraba los años en los que acudía agarrado de la mano de sus padres y observaba boquiabierto las decenas de navíos que se unían a la travesía. Lamentablemente, en estas fechas, no parten ni la mitad de barcos que antes.

El sol azotaba con dureza a las más de 500 personas que esperaban impacientes en la explanada de la nueva lonja, a escasos metros del María Gádor, barco elegido para presidir la procesión de este año. "Como esta tarde hace levante iremos hasta la zona del aeropuerto", indicó Rogelio Figueroa, un marinero que trabaja como patrón de motores en el barco pesquero Mari y José.

Cuando los costaleros subieron la Virgen al navío el público comenzó a aplaudir. Mientras unos gritaban, otros la adornaban con piropos o lanzaban claveles; algunos lloraban de devoción y por el recuerdo de los amigos y parientes marineros que fallecieron durante sus ya pasadas y largas jornadas de trabajo en la mar.

Las agujas del reloj señalaban las 20:00 horas cuando María Gádor asomó su proa por la línea que separa el puerto del mar abierto. Seguido de al menos diez barcos , se alejaban sigilosamente dejando atrás y a contraluz la poderosa Alcazaba de la capital. A la media hora de trayecto, ya en altamar, los barcos se detuvieron. "Este es un momento en el que hay que estar en silencio. Ahora las mujeres cantarán una Salve y lanzarán al mar todos los pétalos de sus claveles y rosas blancos", indicó Rogelio, en ese mismo instante.

Miles de flores y lágrimas se lanzaron al agua en honor a los marineros fallecidos. Al poco tiempo, todos regresaron por donde habían venido. Mientras la Virgen era devuelta a sus aposentos, los barcos se ubicaban en fila para comenzar otra fiesta. "Ahora es el momento para bailar, comer y disfrutar de la familia. Hemos comprado varios kilos de gambas, pinchos morunos, sardinas y chipirones", decía Manuel Fernández, otro marinero que acudía junto a su mujer y los amigos que le acompañaban durante su etapa de patrón de barco pesquero.

La fiesta continuó hasta altas horas de la madrugada. En cada uno de los navíos se escuchaba una música distinta. Mujeres y niños saltaban a la pista improvisada para demostrar sus dotes flamencas. Y es que, el flamenco, siempre ha formado parte de este movimiento cultural. "Cuando vengo me llevo mi guitarra. Al terminar de cenar las mujeres cantan saetas y cada uno hace lo que quiere. En mi caso me gusta llevar este instrumento porque es raro que no haya alguien que me acompañe. Ya sea con su cante, su baile o su toque", reconoció el marinero José Torres.

Los almerienses disfrutaron alo grande del día de los marineros. A media noche volvieron a sus casas, con el buen sabor de boca de haber podido disfrutar de una tarde que siempre ha permanecido grabada en la memoria de todos y cada uno de los mayores y devotos que acuden a la cita desde hace más de 50 años.

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