Crítica 'Suite Armoricaine'

Agitar la brújula

Suite Armoricaine. sección oficial. Drama, Francia, 2015, 145 min. Dirección: Pascale Breton. Intérpretes: Valérie Dréville, Kaou Langoët.

Los diez años entre Illumination y este segundo largometraje de Pascale Breton añaden un eco más a los muchos que propone el filme. La memoria cinéfila, sin duda peor que la real, entresacaba de aquel emocionante debut algunos flashes en un barco pesquero y traía a las mientes la libertad de un Rozier. Posiblemente no fuera así, y este silencio de una década sirva para aclarar el estatuto de una cineasta densa y literaria que utiliza el cine para mejor moverse por una gama de sentimientos y sensaciones que por escrito suelen caer en lo ridículo o lo cursi (a no ser que se sea Proust, cuya didáctica alienta el filme como un motor invisible).

Podría traerse a colación lo de los distintos movimientos unidos por una misma tonalidad, es decir la definición musical de la voz suite, para hacer entender de qué va un filme que entrecruza destinos distintos y a la vez complementarios -los de una mujer madura de regreso a Rennes y de repliegue en sus raíces bretonas, y los de un joven al que las raíces que pretende olvidar no hacen sino cercarlo-, pero sonaría a que solamente estamos ante el vicio de las historias cruzadas y los imponderables del destino travestido de azar. No es eso -sino los efectos del forzamiento de ese tipo de esquemas- lo que late en Suite Armoricaine, que, si multiplica puntos de vista y duplica la enunciación de los momentos álgidos, no lo hace para transmitir la idea de una fatalidad sin escapatoria; resulta justo lo contrario: es la manera que Breton elige para mostrar que en la repetición anida la diferencia, que los planos nunca son los mismos, aunque lo parezcan.

Así, es mejor pensar en términos de poso y resurrección para encarar con garantías esta película que, como aquella de hace una década, no para de reformularse y, también, de acercarse al abismo y vislumbrar su ruina. Más que con la suite nos quedamos con el mapa (mental, geográfico y vivencial) que se despliega para luego enfocarse lentamente y llegar por fin a ese bosque y a ese árbol donde los personajes lucen bajo una nueva luz, como subidos a esos zancos de los que escribiera Proust.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios