Mujeres cantan a María Jiménez

Un torbellino que mantiene su fuerza

Davinia Jaén

Davinia Jaén / José Luis Montero

Desde que Esperanza Soria comenzase a lanzar al aire las bulerías de Te estás pasando quedó claro que esta iba a ser una noche de sensaciones fuertes. Te doy más de lo imaginable, cantaba, rememorando a María Jiménez, que nos dio también más de lo que nunca hubiésemos pensado para convertirse en el icono que acabó siendo: libre y liberadora de estereotipos sobre la mujer sumisa a la sociedad y al amor mal entendido -se acabó, porque yo me lo propuse-, a la que anoche se le brindaba reconocimiento de nuevo con una exhibición en la que trece artistas, todas ellas mujeres destacadas en el panorama musical más cercano a María, y todo un ballet flamenco le rendían homenaje, llenando sus canciones más recordadas de garra, entusiasmo, pellizco, emotividad, fiesta e incluso arrebatos de desolación y desprecio cuando la ocasión así lo requería, igual que solía hacer ella misma cuando se convertía en un torbellino emocional.

El espectáculo de Mujeres cantan a María Jiménez que tuvo lugar anoche en Cartuja Center CITE fue otra iniciativa de la productora sevillana Green Cow Music dentro de sus actividades anuales a favor de organismos sociales, con las que ya han rendido homenaje anteriormente a Rocío Jurado y Lole Montoya, que esta vez iba dirigida a recaudar fondos para la Fundación María Jiménez, a la que la totalidad del taquillaje logrado ayudará a seguir dando refugio seguro y apoyo a mujeres que han sufrido violencia de género y a afanarse en la integración del colectivo LGTBI+ con el impulso de acciones de apoyo formativo y salidas profesionales. De la organización fue partícipe también Alejandro Jiménez, hijo de la recordada cantante y director gerente de la Fundación.

Varias de las artistas acompañan a Alejandro Jiménez, hijo de María Varias de las artistas acompañan a Alejandro Jiménez, hijo de María

Varias de las artistas acompañan a Alejandro Jiménez, hijo de María / José Luis Montero

Tras la presentación que hizo su hijo, de la propia María Jiménez fue la primera voz que se escuchó en el espectáculo, rememorando cómo nació en Sevilla y vivió la vida a su manera, a través de su canción de ese título: La vida. En el escenario ya estaban acomodados los músicos que iban a ser la banda base de todas las cantantes que fueron sucediéndose. Con la dirección musical de Alejandro Cruz Benavides, también pianista y teclista anoche, las guitarras flamencas de Sergio Gallardo y Víctor Torres, las palmas y jaleos de Álvaro Sarabia, Fede Núñez y Manuel Bellido, las percusiones de David Chupete y el saxo de Nacho Botonero comenzó Esperanza la remembranza de aquella María Jiménez que le pidió al productor flamenco Jesús Bola que le tradujese viejas rumbas y coplas al lenguaje de la bulería. La banda se completaba con la sección rítmica de Fran Hurtado a la batería y Daniel Abad al bajo eléctrico a la hora de acompañar a la jerezana Davinia Jaén en la rumba de Sensación, muy bien escogida porque fue una composición de su paisano Paco Cepero para María.

Las letras de Sánchez Pernía traducidas al lenguaje de la bulería volvieron con Mari Peña recordando con rajo y jondura una canción, Porque la vida es así, que jamás discerniremos si la llevó más alta María o Bambino, paisano de la que la cantaba aquí esta noche haciendo que convivieran perfectamente la furia folclórica con el lirismo de la canción de autor. Sin habla nos dejó Ángeles Toledano con su visión del flamenco sin palmas, guitarras ni percusión al comienzo, transfigurada en aquella joven María de 1976 que dejaba de ser La Pipa para comenzar a ser la inmensa María Jiménez. Su interpretación de Huellas que se van fue incisiva, emocional y turbadora, para provocarnos una conmoción absoluta.

Ángeles Toledano Ángeles Toledano

Ángeles Toledano / José Luis Montero

Otro interludio de voz en off de María, que se prodigaron durante toda la noche, tiernos, hilarantes, sarcásticos, llevó el espectáculo hacia un rumbo diferente, con la voz de Joana Jiménez desmedida en Aquella y Cheque en blanco, unidas las canciones en un reflejo de la cara sucia del amor; Joana fue dura, directa, sin abnegación femenina ni pizca de ternura; fue magnífica. Como lo fue también Argentina en la rumba de Me muero me muero, a golpes de caja, guitarras y palmas, reivindicando la sensualidad, explícita pero deliciosamente insinuante. Tamara buscó ritmos de bolero para Tu nombre me lo callo, en la que Botonero cambió el saxo por una trompeta con sordina para no contrastar demasiado con la quietud de la instrumentación del piano de Cruz y el contrabajo de Abad. Y como la creatividad depende del conocimiento y es de quienes arriesgan, en eso destacan los maestros del Ballet Flamenco de Andalucía y aquí tuvimos la mejor de las muestras en su acercamiento al bolero ranchero Amanecí otra vez, con cinco de sus bailaoras componiendo pasos, gestos, poses, vueltas, manteniendo un gran compás, tanto en la coreografía de introducción como cuando la propia María les cantaba desde una de sus grabaciones. Deslumbrantes a la hora de mantener la dinámica entre el movimiento y la estampa.

La soprano granadina Mariola Cantarero le dio una dimensión desconocida hasta ahora a En la oscuridad, explorando la naturaleza del amor con su bellísima voz, deslumbrante con sus líneas vocales que transmitían una atracción infinita y un deseo de los que hacen difícil recobrar el aliento. Con la expresividad poderosa que le caracteriza, Diana Navarro abordó Con golpes de pecho, y casi nos desbarata la cordura con esta ranchera de Indio Jiménez con la que María comenzó a afilarse las uñas amenazadoras –se me está acabando lo buena que soy- que mostró durante toda su carrera posterior. María Toledo apareció sentada al piano para interpretar Vámonos, comenzándola y terminándola, ya de pie y bailando, por alegrías. Falete, adornándose con el peculiar tocado de plumas que lucía María, hizo contrastar la pena de unos versos -cada vez son más tristes las canciones de amor- con la alegría del ritmo de rumba con que María había recreado la ranchera Con dos camas vacías de Sabina, dándole mucho más lustre a la poesía desgarrada y el despecho sublimado que su propio autor. Saxo, piano, contrabajo y cajón respaldaron la grandiosa voz de María Terremoto, que erigió una versión de Al alba rompí cadenas con el mismo detalle que su presencia en el escenario, controlando los tiempos, manejando con tino las cadencias, pisando fuerte en las subidas, bajando sinuosamente, abrasándonos con el fuego de su fuerza vocal. Melody lo tenía difícil para seguir después con Pero no sé si viviré, aunque gracias a su versatilidad supo mantener la esencia de la canción con esa naturalidad suya que a otras les cuesta horas de ensayo.

Joana Jiménez Joana Jiménez

Joana Jiménez / José Luis Montero

Habían pasado ya por el escenario todas las cantantes y echábamos de menos una canción. ¿De verdad iba a terminar el concierto sin que escuchásemos Se acabó? La canción, inmortalizada por Jiménez y compuesta por José Luis Ruiz Venegas, se ha convertido en un monumento feminista y un símbolo para las mujeres que no consienten los malos tratos; es el título que se nos viene a la mente antes que ningún otro cuando recordamos a María Jiménez. Pero es que una canción tan grande necesitaba ser interpretada a lo grande, por todas las cantantes a la vez, que aparecieron al final juntas para un popurrí en el que sus estrofas brillaron con una intensidad que deslumbró a las de las demás canciones recordadas; y eso que fueron Resurrección de la alegría, con las voces de Mariola, Esperanza, Terremoto y Joana; 19 días y 500 noches, empezada por Ángeles y terminada por Davinia; y La lista de la compra, con Tamara y Mari Peña. Pero cuando Diana entró con el poder de Se acabó arrasó con todo; la siguieron con otras cadenas de versos Melody, Falete, Toledo y Argentina, para terminar todas juntas este himno; hasta la propia María Jiménez desde el lugar que ocupa en la gloria las acompañó con su voz; incluso las chicas del ballet salieron para el magnífico fin de fiesta. El público, arrebatado, no dejaba de aplaudir, puesto en pie, sin ánimo de salir del teatro, hasta que la voz en off de María puso las cosas en su sitio: ¿Ustedes no tenéis casa? que me tenéis hasta el mismísimo coño...

El legado artístico y reivindicativo de María rayó a gran altura anoche. Todas las artistas participantes insuflaron vida nueva a las canciones de una estrella que continuará brillando, aunque ahora ya su mundo es otro, el mundo de las almas inmortales.

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