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Merkel condena una violencia que mancha su gestión y la de Hamburgo

  • La canciller anuncia compensaciones para comerciantes y vecinos afectados

  • La cita se salda con 144 detenidos y 200 agentes heridos

La canciller alemana, Angela Merkel, condenó ayer la violencia "ciega y desatada" contra el G-20, unos disturbios que atribuyó a elementos "no democráticos" y que enturbian su gestión como líder y la elección de Hamburgo como sede para la cita de los gobernantes.

"Hemos visto imágenes terribles de personas que no buscan el diálogo, sino destruir", afirmó la canciller, acompañada del alcalde de la ciudad, Olaf Scholz, y rodeada de miembros de las fuerzas de seguridad implicados en el operativo dispuesto para proteger la cumbre.

Entre los arrestados por las protestas contra la cumbre de líderes hay un español, de Bilbao

Tanto la líder conservadora como el alcalde socialdemócrata agradecieron el trabajo realizado ante "una violencia ciega" emanada de personas que practican la destrucción "incluso sobre su entorno directo".

"Un par de miles de violentos no pueden decidir dónde o cuándo se celebra una cumbre", sostuvo Scholz, sobre el cual arreciaron las críticas por no haber evaluado convenientemente los riesgos.

El epicentro de la violencia fue la zona del Schanzenviertel, donde se encuentra la casa ocupada por el colectivo Rote Flora (Flora Roja) y otros autoproclamados antiimperialistas y donde periódicamente se producen batallas campales entre esos grupos y los antidisturbios.

El primer estallido se produjo el pasado jueves, al mezclarse un millar de encapuchados en una manifestación cuyo título, Bienvenidos al infieron, implicaba una declaración de guerra al G-20.

La Policía -con 19.000 efectivos desplegados para proteger la cumbre- actuó con contundencia, a lo que siguieron críticas de sectores izquierdistas imputándoles una respuesta desproporcionada.

La medianoche del viernes se concentraron en esa misma zona 1.500 manifestantes identificables como violentos, ante los cuales no se actuó tan rápidamente y el barrio llegó a ser un escenario de barricadas ardiendo y comercios saqueados.

El balance de los disturbios, al cierre de la cumbre, era de 200 agentes heridos y 144 personas detenidas, entre ellos un español, residente en Bilbao.

La Policía registró locales de los antisistema en el Schanzenviertel por sospecharse que ahí se habían preparado los cócteles molotov lanzados contra los agentes.

Los afectados no fueron sólo los miembros de la Policía, sino todo el barrio, que ayer aparecía como un territorio devastado, mientras algunos se organizaban para adecentar su comercio y otros lamentaban los daños sufridos en sus automóviles.

Merkel anunció que se estudiarán "ayudas" para compensar a las personas afectadas y garantizó que la elección de Hamburgo no fue algo aleatorio, sino que obedeció a la capacidad de la ciudad para albergar a las 36 delegaciones que acudían a la cumbre. El dispositivo se había preparado "cuidadosamente", aseguró, y Alemania asumió la presidencia de turno del grupo "muy consciente de su responsabilidad".

Sus explicaciones y las del alcalde no lograrán acallar el malestar ciudadano y las críticas de quienes de antemano juzgaron impracticable celebrar una cumbre de esas características a 300 metros del Schanzelviertel.

Las imágenes de los disturbios eclipsaron, además, la marcha que se desarrolló ayer por Hamburgo, con unos 70.000 manifestantes que ejercieron su derecho a la crítica pacífica. La violencia de los radicales es "una bofetada en la cara" para esos ciudadanos, representantes de la sociedad civil, y dispuestos a expresar su "legítima discrepancia" con el G-20, dijo Merkel. Su lema central era Solidaridad sin fronteras y pretendía ser la respuesta pacífica tanto a los disturbios del Schanzenwiertel como a algunos de los líderes que integran el G-20, el grupo de las potencias industriales y los emergentes.

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