Cultura

Erentxun 'despierta' a las gaviotas

  • El cantante donostiarra desgranó la noche del sábado en la sala Caramelo los temas más influyentes de sus discos en solitario y regaló a los 400 asistentes al concierto la 'banda sonora' del mítico grupo Duncan Dhu

Es difícil renegar del pasado cuando se llevan casi tres décadas a la espalda en el mundo de la música. El cantante donostiarra, Mikel Erentxun, no puede -ni debe- olvidar su trayectoria en Duncan Dhu y la noche de este sábado, en el concierto que ofreció en la sala Caramelo de la capital, volvió a ejemplificar que los grandes temas de la extinta banda que han sido banda sonora de varias generaciones de españoles son todo un acicate para oídos inquietos y demasiado castigados con melodías comerciales y machaconas cargadas de estribillos de 2x2.

Aterrizaba Erentxun en Almería con una hora de retraso pero sus más fieles seguidores -más de 400 se dieron cita en el local de copas- le perdonan hasta su estado casi melancólico tras conocer que a su Real Sociedad le metió cuatro goles el Español, porque cuando se sube al escenario y porta su siempre fiel guitarra todo se olvida. No necesita a nada ni nadie más.

Comenzaba el concierto a eso de las 23:20 horas con Estampida, un tema de su último disco en solitario Detalle del Miedo y continuaba con otros dos más, Éramos dos hielos y El mejor de mis días. Canciones que ejemplifican el giro que ha dado a su carrera musical y que están cargadas de silencios rotos con su voz inconfundible y letras llenas de ideas, cargadas de pequeños matices que sólo alguien como Erentxun es capaz de imprimir. Sello único, sin duda.

El cantante estrenaba camisa negra -en la zona vip le quitaba minutos antes las etiquetas con una tijera- y eso le hizo sentirse cómodo rápidamente en el escenario de Caramelo porque el público, un tanto apagado al principio, comenzó a animarse con temas más rítmicos como Rara vez o Vasos de Roma y Ginebra o más profundos e intensos en sus concesiones con la voz como Amara o Déjalo así.

Y entonces llegó la primera guinda de la noche: A un minuto de ti. El tema de su primer disco en solitario (Naufragios, 1992) hizo vibrar a los asistentes que ya definitivamente entendieron que su particular pulso con el donostiarra estaba ya perdido a su favor.

En ese momento, Erentxun asió con fuerza su Gibson y continuó con otro clásico más rockero Miénteme, que desveló el lado más íntimo de Mikel, pegado al micro, con mirada perdida. Antes de realizar su primer descanso, desgranó Locuras y Tu nombre en los labios, dos clásicos más de su etapa en solitario.

Y tras recuperar fuerzas y recibir con optimismo los ánimos y gritos de sus seguidores venidos de puntos tan equidistantes de la geografía española como Madrid, Murcia, Granada o Córdoba -grandes Jose y Edu-, Erentxun asaltó el escenario con Cartas de amor (cuando no hay amor) y Mañana, dos de sus grandes hits de esta última década que daban carpetazo a su etapa en solitario.

Y es que el donostiarra sabedor de como meterse al público en el bolsillo -no en vano se sinceraba entre bambalinas minutos antes en una entrevista a Diario de Almería de haber tocado alguna vez en un escenario casi vacío- despertó a las gaviotas.

Era cuestión de tiempo que sus temas de Duncan Dh, con los que se convirtió en icono musical durante dos décadas junto a Diego Vasallo hiciesen acto de aparición. El primero, Un punto más, daba paso a Rosas en agua, Fin de amor -con un change de Coke por Pepsi-, Como dioses pequeños y Revolución.

Ya no había vuelta atrás. El éxtasis colectivo se despertaba con el guitarreo duncandhuniano que refrescaba en el imaginario de los presentes otros tiempos mejores, en los que casualidades o no, la música también lo fue.

Y así, llegaba el segundo y definitivo tiempo muerto. Mikel se reservaba su mejor repertorio de Duncan Dhu para el final. Un quinteto titular que cualquier artista firmaría tener como fondo de armario: Una calle de París, En algún lugar, Palabras sin nombre, Jardín de rosas y Cien gaviotas.

Con semejante recopilatorio no era de extrañar que guapísimas morenas y escépticos del techno y el reggaeton se soltasen la melena y comenzasen a saltar y alzar los brazos mientras Erentxun les regalaba su silencio para que pudiesen cantar largas estrofas de su quinteto de ases.

Cien gaviotas cerraba el círculo con una cifra también redonda: 25 temas. Un repaso a un pasado y presente musical de un artista que nunca ha vivido de las modas y que se mantiene impertérrito ante los grandes cambios que vive el mundo de la Música -las redes sociales y la venta digital son ya parte del ADN de Erentxun- y que tampoco titubeó a la hora de despedirse de un público ya totalmente entregado: "Hasta siempre Almería. Sois ya parte de mí", confesó mientras alzaba su guitarra en señal de victoria. Había ganado la partida. Había obtenido la siempre conexión con el público. La magia había vuelto a brotar y la sensación de que los clásicos nunca mueren retornaba con más fuerza. Su sonrisa le delataba y maquillaba sus canas y sus 46 años.

¿Habrá respuesta algún día sobre el paradero de esas cien gaviotas?. Sólo Erentxun lo sabe y Almería ya ansía y anhela su vuelta.

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