Bajo Palio

San Juan y María no van solos en su Duelo

Viernes Santo, día en que Jesucristo murió en una cruz para redimirnos del pecado y darnos la vida eterna. Día de visitar templos y ver sagrarios abiertos en señal de que Jesús no está. Viernes Santo en que sale a la calle, entre otras, la Ilustre Hermandad del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora de los Dolores, decana de la capital; hermandad que a pesar de fundarse en 1772, no realizó su primera salida procesional hasta más de un año después, en 1876.

Eran las nueve de la noche cuando comenzó a salir de la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol el cortejo procesional, que iniciaba con la cruz de guía custodiada por dos faroles y precedida de cuatro penitentes con vela apoyada en la cintura. Penitentes, todos (en torno a ochenta capirotes pudimos contar), ataviados con túnica negra de sarga con cola recogida, cinturón y escapulario.

Después de los penitentes comenzó a asomar el tramo de guardería, el cual estaba integrado por unos veinticinco niños, y seguidamente el paso de San Juan.

Esta composición, obra de Juan Manuel Miñarro entre los años 1.997 y 2004, reproduce el momento del regreso del sepulcro tras enterrar a Jesucristo y en ella se encuentran representados, además del mencionado San Juan, José de Arimatea, Nicodemo, María Magdalena, María de Cleofás, María Salomé, un sanedrita y un romano.

El paso de misterio fue llevado por 40 costaleros que seguían obedientes las órdenes de su capataz Jorge Alonso y pasearon a San Juan en completo de silencio, por lo que pudimos escuchar el racheo de los mismos.

En cuanto al exorno floral, el paso que entre 2007 y 2008 fuera realizado en madera de cedro por Francisco San Román, iba adornado por Francisco Valdivia en tonos principalmente morados, azules y blancos sobre un fondo verde.

Poco más tarde y detrás de cerca de veinte mantillas y del cuerpo de ciriales, encaraba el dintel del Santiago Nuestra Señora de los Dolores, que en 1940 saliera de las gubias de José Pascual Ortells López, con toda su candelería encendida.

La Virgen de La Soledad (situada sobre la nueva peana que estrenase el pasado 4 de julio en la procesión extraordinaria por el 75 aniversario de la hechura de la imagen) salió a la calle vestida por Juan Rosales ante el recogimiento de los centenares de almerienses que se reunieron en la puerta de su sede canónica para recibirla.

El paso de la Señora, adornado en tonos blancos también por Francisco Valdivia, calza 30 costaleros, cuyos ojos fuera del altar de la Virgen fueron los de su capataz Juan Miguel Viedma.

Y conforme avanzaba la noche lo hacía también el discurrir del cortejo penitencial por el centro de la ciudad para adentrarse algo después de las diez de la noche en la Plaza de la Catedral pasando antes por los conventos de las Puras y las Claras.

Continuó el caminar del Discípulo Amado por la estrechez de la calle Cubo, siempre seguido de cerca por Nuestra Señora de los Dolores -que representa la Soledad de María en su regreso del sepulcro-, ante la que se cantó una saeta por parte de un integrante de la peña flamenta el morato en la plaza Masnou.

La entrada en carrera oficial se produjo con puntualidad a las 23.15. De la vuelta al templo destacamos como siempre el tradicional encuentro con la Hermandad del Entierro en la puerta lateral de la Iglesia de San Pedro. Lugar en que una representación de esta última hermandadad aguardó durante todo el discurrir de la cofradía soleana junto a Cristo yacente, fuera de su sepulcro, y junto a su titular mariana, aún bajo su palio y con la candelería completamente encendia, lo cual como pueden imaginar nos dejó una bella estampa en este emblemático punto de la calle Ricardos.

Hemos de apuntar que mientras el paso de Soledad hizo una revirá sobre los pies para entrar en el templo -tras escuchar 5 saetas y pasada la medianoche-, el paso de misterio tuvo que entrar andando al frente de forma precipitada y poco vistosa; hecho que entendemos debe cambiar la hermabdad en años venideros.

En cualquier caso, al terminar la procesión quedó un buen sabor de boca, tanto en las cuadrillas de costaleros como en las personas que se vistieron con el hábito de la hermandad.

Después de un Viernes Santo sentido y de cofradías de luto, hemos de regocijarnos el Domingo de Resurrección. El día más importante para el catolicismo, con el que se cierra la Semana Santa con gran alegría, pues Cristo ha triunfado sobre la muerte y subido al cielo.

Así pues, al término de la misa estacional oficiada por el Obispo, a las 12.45 aproximadamente, podremos disfrutar de la colorida Hermandad del Resucitado anunciando la Buena Nueva.

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