Semana Santa

Así mira un nazareno

  • Ojos que evocan y sueñan, que miran hacia dentro en un golpeteo de recuerdos sin los que no hubiera sido posible estar en esa fila

  • No son ojos de persona, son ojos de seres de Dios

Un nazareno de la Hermandad de la Macarena, en la Semana Santa de 2023.

Un nazareno de la Hermandad de la Macarena, en la Semana Santa de 2023. / Rafael González

Es verdad porque ven. Porque es, casi, el único de los sentidos que no se le amordaza al nazareno en su penitencia. La sed y el hambre le limita el gusto. La compostura, el tacto. El capillo y el capirote cubren el olfato y tamiza el oído. La mirada es la única que trasciende. Vista que oye, huele, siente, toca… acaso la vista sea una lujuria en estos días de Pasión.

Ojos de nazareno que evocan y sueñan, que miran hacia dentro en un golpeteo de recuerdos sin los que no hubiera sido posible estar en esas fila de ese tramo. Ojos llenos de plenitud, iris dilatados que van dando testimonio de principio a fin. Desde que miraban a lo lejos, como al infinito que es el fondo de las calles, cuando de casa a su iglesia iban presurosos, orgullosos de ser como la Hermandad entera ante quienes lo veían pasar fugazmente, hasta la mirada íntima, ensimismada, recogida en el cirio que se ha ido consumiendo hasta el final de la estación de penitencia.

Porque los ojos del nazareno son ojos también para ser vistos, para que los miremos. Ojos que nos encarcelan a nosotros más que a sus dueños, que nos sumergen en un misterio de identidades. Anonimato no solo de nombres y apellidos, de rostros, sino igualmente de impenetrables dudas. Porque cuando un ser humano se reviste con la túnica se nos antoja que deja de ser, eso, humano. Y su mirada –se me clava en la cara como una espá- que dirían Lole Montoya y Manuel Molina, una de tantas que nos pasaría desapercibida a cara descubierta, es ahora de un intenso, de una profundidad que llama la atención y deja mensajes.

No son ojos de persona. Son ojos, a secas, de nazareno, de seres de Dios, espíritus de Almería intemporales que nos interrogan. Si los médicos diagnosticaran el estado de salud en las retinas, nosotros calculamos en ellas las más variadas expresiones del modo penitente de esta Almería nuestra.

Ojos curiosos o abstraídos. Quizá con la dibujada sonrisilla de los párpados apretados porque pasa un conocido que no quiere decirnos quién es. Quizá ojos que callan y mandan callar con una seriedad que nadie puede distraer. Ojos tal vez que disfrutan desde sus brocales de tela porque todo lo que adivinan es pleno, gozoso, lleno de vida. Incluso cuando la regla severa impone a la mirada su más alto sacrificio: no volverse a mirar las imágenes.

La mirada del nazareno... qué secreto esconde. Mientras las filas de nazarenos encienden la tarde con la luz de sus cirios, pugna en nuestros corazones la luz de esas miradas penitentes que, en su entrañable misterio, preceden esa otra mirada bellísima, la de Jesús, el primer nazareno, que ya se desmaya agonizante en el último azul celeste de este cielo almeriense.

Virgen del Amor y la Esperanza. Virgen del Amor y la Esperanza.

Virgen del Amor y la Esperanza. / Javier Alonso

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