Aljarafe

Tres sospechosos impunes en el crimen de Palomares

María del Carmen Jiménez Cifuentes, madre de la víctima, atiende a la prensa el pasado miércoles en su casa de Palomares del Río.

María del Carmen Jiménez Cifuentes, madre de la víctima, atiende a la prensa el pasado miércoles en su casa de Palomares del Río. / José Luis Montero

El asesinato de Jesús Rosado Jiménez, el joven de 18 años que fue apuñalado y apaleado en la puerta de su casa de Palomares del Río la noche del 1 de noviembre de 2022, tiene ya el primer condenado. Es un joven que era menor de edad (16 años, a escasos días de cumplir los 17) en el momento de los hechos, al que un juez de Menores le ha impuesto una pena de 9 años de internamiento y cinco de libertad vigilada. Cometió la agresión junto con otro joven apodado el Kirro, que ya tenía entonces los 18 y por tanto tendrá que ser juzgado por la jurisdicción de mayores, y cuyo juicio aún no está ni señalado. Pero ambos iban con otros tres menores, sobre los que existen sospechas pero que a día de hoy no han sido imputados de nada y, salvo un giro de los acontecimientos, quedarán impunes.

Los tres declararon como testigos en el juicio al menor de edad. De ellos, dice el juez en la sentencia, que sus declaraciones son contradictorias entre sí y que "existen sospechas, que no indicios bastantes de prueba incriminatoria contra ellos, y de ahí que no se haya formulado acusación contra los mismos, de que también pudieran estar de acuerdo en la comisión del delito de robo". Hay que recordar que la pandilla decidió perseguir a Jesús con el objetivo de robarle. Con ese fin se habían desplazado desde Coria del Río, donde residen, a la vecina Palomares, armados con una barra extensible y una navaja. Habían creado incluso un grupo de Instagram llamado Halloween para organizarse.

La pandilla compuesta por los cuatro menores y el Kirro estuvo en el parque de la Virreina, donde coincidieron con un grupo de jóvenes que estaban celebrando una fiesta de Halloween, entre los que estaba uno de los hermanos de Jesús. Éste fue allí a recoger las llaves de su casa, que se dio cuenta de que no llevaba después de haber estado con su novia en Sevilla y volverse andando a Palomares desde la estación de Metro de Ciudad Expo. Los agresores decidieron que Jesús era "la persona idónea o adecuada para abordarla y apoderarse de los objetos de valor que pudiera llevar consigo", lo esperaron en un lugar próximo "para apartarse sin poder ser vistos" y, una vez que la víctima los adelantó, lo persiguieron a cierta distancia por la calle.

A las 3:29 horas, cuando Jesús ya estaba a unos metros de su casa, lo abordaron. El menor condenado llevaba la cara tapada con una máscara. Uno de sus agresores portaba la barra extensible de hierro (que luego se encontraría en la escena del crimen) y el otro una navaja monocortante que no se ha podido hallar aún. La agresión, dice la sentencia, fue cometida por al menos dos personas, una por delante y otra por detrás, que atacaron a la víctima en tres frases, todo ello en apenas unos minutos, y sin que ésta tuviera posibilidad de defenderse, de huir ni de ser auxiliada por terceras personas.

En un primer lugar, propinaron a Jesús puñetazos en la cara y por la espalda. Dada la oposición de éste, "decidieron, actuando de mutuo acuerdo, atacarle sorpresivamente de manera simultánea y conjunta utilizando las armas que cada uno de ellos portaba, a sabiendas de que (...) podían causarle la muerte". Uno de ellos le propinó por la espalda un golpe con la barra en la cabeza y otro más en el costado, "disminuyendo las posibilidades de defensa y huida" de la víctima. La otra persona, que estaba situada de frente y a la izquierda, le asestó un primer pinchazo con la navaja en el antebrazo e inmediatamente un segundo navajazo que "le entró de lleno" en el corazón. Los forenses apuntaron que le clavó la navaja hasta el mango, pues había lesiones de éste en contacto con la piel. Esta herida resultó mortal. Una vez asestada la puñalada, con Jesús desvanecido en el suelo, la pandilla huyó. Los agresores y los otros tres menores huyeron en diferentes direcciones. 

La familia de la víctima ha mantenido siempre que Jesús fue atacado por cinco personas y no por dos. Simplemente el hecho de rodearle o cortarle el paso ya suponía una intimidación y una merma de las posibilidades de defensa o de huida del joven asesinado. Sin embargo, nunca se les ha imputado y, si nada cambia, saldrán de todo este proceso libres. La madre de la víctima, María del Carmen Jiménez Cifuentes,  anunció el pasado miércoles que buscará cualquier "resquicio legal" para tratar de incriminarlos.

Aunque no se considere esto una prueba, no deja de llamar la atención que estos tres menores, los únicos que estaban presentes cuando sucedieron los hechos al margen de los dos considerados autores, no tuvieran  instaladas en sus teléfonos móviles "ninguna aplicación de mensajería o redes sociales tales como WhatsApp, Telegram o Instagram". En el caso de uno de ellos, "se observaba de manera clara una manipulación a propósito por parte del usuario para restaurar los datos de dicho terminal, que también tenía daños materiales, igualmente causados de manera intencionada", relata la sentencia.

Los tres declararon como testigos en el juicio contra su amigo, y el juez destaca que fueron declaraciones contradictorias e incluso "increíbles" y "fantasiosas", totalmente incompatibles con el dictamen de los peritos y los forenses que examinaron tanto la escena del crimen como el cadáver de Jesús y las lesiones que éste presentaba. 

El primero de ellos manifestó que observó la agresión desde una distancia de cinco metros, que vio al menor asestarle un navajazo en el tórax y luego un golpe con la porra a la víctima pero no vio que el mayor hiciera nada. Trufó su testimonio con continuos "no me acuerdo" para responder a las preguntas de la defensa del acusado. Este testigo era más amigo precisamente del mayor y el juez advierte una "clara intención de beneficiar con su declaración al mayor de edad". Su declaración es "radicalmente incompatible" con las manifestaciones de los peritos y forenses, que dejaron claro que en el ataque participaron al menos dos personas y que el orden fue el de puñetazos, golpe con la barra y navajazo.

El segundo testigo afirmó que era más amigo del mayor de edad, en cuya casa se quedó a dormir aquella noche. Declaró que el menor acusado abordó a la víctima y le pidió todo el dinero que tuviera y se produjo "una pelea a puñetazos entre los dos" y que el mayor intervino para darle un puñetazo a la víctima con la finalidad de ayudar al acusado, pero no vio "ningún tipo de arma". Esta declaración, según el juez, "ofrece una versión sesgada o parcial de los hechos, y desde luego, totalmente incompatible con las afirmaciones y conclusiones de los dos médicos forenses".

El tercero de los menores reconoció ser el propietario de las dos armas utilizadas en la agresión mortal, que había dejado al menor. Éste, según su versión, se acercó a la víctima con ambas armas y los dos comenzaron a pelearse, momento en el que el mayor intervino propinando un puñetazo a Jesús. Además, sostuvo que al menor acusado se le cayó la barra extensible y la cogió la víctima, que salió corriendo hacia sus dos agresores y los otros tres amigos. El juez ve esta versión como "fantasiosa, ya que es increíble que la víctima llegara a quitar a uno de los agresores la porra extensible y saliera corriendo detrás del testigo y de la persona mayor de edad, cuando es un hecho acreditado que la víctima sufrió un ataque simultáneo por al menos dos personas y que la barra extensible apareció debajo del pecho del fallecido a la misma puerta de entrada de su domicilio".

El menor acusado admitió haberle dado golpes a Jesús con la barra de hierro tras una pelea a puñetazos, pero aseguró que quien lo apuñaló fue el mayor de edad. Esta versión también resulta "totalmente inverosímil", pues el juez no admite que la víctima se encarara con sus agresores en "una situación de clara inferioridad numérica". Recuerda la sentencia que "había cinco personas en la zona y él estaba solo sin la presencia de otras personas en las proximidades que lo pudieran ayudar o socorrer", además de que Jesús ya sabía que uno llevaba una navaja, algo que "impone a cualquier persona". Fue, como ha dicho la familia en varias ocasiones, un asesinato en "grupo, a sangre fría y sin sentido".

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