Málaga

Diferentes maneras de ser madre

Isabel, madre soltera, con su hija Violeta.

Isabel, madre soltera, con su hija Violeta. / M. H.

Los avances médicos y los cambios sociales han dado un vuelco en pocas décadas a la forma de ser madre. En este domingo, que es su día, resulta oportuno el testimonio de mujeres que han escogido diferentes maneras de tener hijos: solas o en pareja, heterosexuales o lesbianas, con hijos biológicos o adoptados. Son distintos modelos para una misma felicidad. A la forma tradicional, se suman ahora opciones que años atrás eran impensables porque no existían técnicas de reproducción asistida que las permitieran y otras como la adopción, que antaño solían llevarse en el más absoluto secreto, en la actualidad se disfrutan con normalidad. Antes, todo lo que se saliera del modelo heterosexual y biológico se cuestionaba. Pero eso era antes.

Afortunadamente, la ciencia avanza y la sociedad también. Y sea de la manera que sea, los hijos que llegan construyen hogares llenos de risas, de noches sin dormir y de la grandeza de la simple rutina familiar.

Manuela no tiene una, sino dos mamás; Sonia y Olimpia. Ellas fueron madres por el llamado método ROPA (recepción de óvulos de la pareja). Este sistema hace posible que dos mujeres, recurriendo a esperma donado, tengan un hijo en común: una pone los óvulos y la otra los gesta.

Sonia (derecha) y Olimpia, con su hija Manuela. Sonia (derecha) y Olimpia, con su hija Manuela.

Sonia (derecha) y Olimpia, con su hija Manuela. / M. H.

Cuenta Olimpia que ella no quería ser madre soltera ni quedarse embarazada. En cambio Sonia, sí deseaba tener hijos, con pareja o sin ella. Así que la decisión no fue difícil. Olimpia puso sus óvulos, en la clínica Rincón Fertilidad se fecundaron con esperma de donante y se le implantaron a Sonia. Manuela llegó al primer intento. Ahora ya tiene ocho meses.

Pero Olimpia se apresura a aclarar que tanta rapidez para el embarazo “no es lo normal, sino la excepción”. Para que quienes estén pensando en seguir sus pasos advierte que no hay que dejarlo demasiado. Porque insiste que lo habitual es que el proceso requiera varios intentos y se demore. “Tengo amigas lesbianas que lo han intentado muchísimas veces”, afirma. Sonia y Olimpia llevan juntas seis años y están “muy felices” con su niña. “Come superbien”, aunque aún no duerme toda la noche del tirón, como casi todos los críos de su edad.

Olimpia cuenta: “Se parece a mí, pero la ha gestado Sonia. Es maravillosa esta posibilidad que antes no existía”. Para ella, es positivo que haya tantas maneras de ser madre y tantos modelos de familia: “Es un avance médico y social que nos hace mejores a todos. Hay gente que no lo entiende y no lo entenderá nunca, pero en las mentes cerradas no podemos entrar”.

Isabel G. también tuvo a su hija, Violeta, por reproducción asistida. Pero en su caso, en solitario. Ella es heterosexual. Quería ser madre con una pareja, pero no funcionó. Los años pasaban... “Me daba miedo dar el salto de ser madre en general y en solitario, en particular; porque es un paso que da vértigo, da igual que sea en pareja o sola”, confiesa. Tardó en decidirse. Llevaba mucho tiempo dándole vueltas cuando un día se encontró con conocidos que habían adoptado y estaban “superfelices”. Aquello fue el último empujón que la animó. Acudió a Unidad de Reproducción Asistida del Hospital Costa del Sol. El 18 de ese mismo mes le hicieron la transferencia del embrión y pocos días después, en el primer intento, se quedó embarazada. Todo fue inusualmente rápido. Dio a luz con 40 años.

Isabel con su hija durante unas vacaciones. Isabel con su hija durante unas vacaciones.

Isabel con su hija durante unas vacaciones. / M. H.

“Estoy felicísima. Es lo mejor que me ha pasado”, afirma. Dice que prefiere haber sido madre mayor, que no lo haría con 30 años y que Violeta llegó en el momento justo. “Estoy enamorada de mi hija, es un torbellino de colores. Mi madre me ayuda con ella y me hace la vida más fácil. Además, mi empresa me permite un horario muy conciliador”, añade.

Como integrante de la organización Madres Solteras por Elección (MSPE) no desaprovecha la oportunidad para reivindicar que los hijos de familias monoparentales tengan los mismos derechos que los de biparentales; sea en la declaración de la renta, las ventajas fiscales o los permisos de acompañamiento. Recuerda que tras el nacimiento, los hijos de familias monoparentales tienen la mitad de acompañamiento –16 semanas– que los de biparentales –28 semanas–. Y otro tanto en los casos de enfermedad –cuatro días para los primeros y ocho para los segundos–. Por eso reivindica que los permisos se establezcan “sobre el niño”, no sobre los padres. También estima que en los centros educativos debe celebrarse el Día de la Familia, no el del padre o de la madre, para que ningún niño se sienta discriminado.

Olga Guerrero es una madre especial y, a la vez, del montón. Especial porque tiene dos hijas adoptadas en China. Y del montón porque sostiene que salvo el embarazo y el parto, la crianza entraña las mismas vicisitudes que si fueran biológicas. Olga tenía un familiar con niños adoptados en el país asiático. Aquella circunstancia la hizo decantarse por China. Ella y su marido, Antonio, fueron primero por Olga. Seis años más tarde, por Silvia. Hoy, los cuatro forman una familia feliz.

Olga (izquierda) y Silvia (derecha) con su madre adoptiva. Olga (izquierda) y Silvia (derecha) con su madre adoptiva.

Olga (izquierda) y Silvia (derecha) con su madre adoptiva. / M. H.

Olga tiene 20 y Silvia 14. Pese a sus rasgos obviamente asiáticos, son malagueñas de pura cepa. Fueron adoptadas con ocho meses. Así que no tienen recuerdos de aquel país, pero sus padres han intentado inculcarles el vínculo con sus orígenes. “Mis chicas son malagueñas con rasgos asiáticos y a mucha honra. Son de Pedregalejo, pero les inculcamos que provienen de una cultura milenaria”, cuenta su madre. Allí, ambas estaban en una institución. “Cuando me dicen que ‘qué suerte que han tenido las niñas’, respondo que el agradecimiento es mío hacia ellas; por tenerlas como hijas. Adoptarlas es lo mejor que he hecho en mi vida”, comenta.

La madre relata que una vez en el cole, las niñas tuvieron que llevar fotos de su infancia. Así que Olga y Antonio no dudaron en compartir las imágenes de aquellos dos viajes en los que, nerviosos e ilusionados, fueron a buscarlas. La madre ríe cuando recuerda que después, los compañeros querían ir a China por hermanos.

Olga, la madre, tiene voz alegre y casi siempre una sonrisa. Quizás ese regalo de la vida tenga mucho que ver con su actitud. Al contrario que algunas familias que prefieren llevar con extremada discreción la adopción, ella lo cuenta con mucha normalidad y muchísima mayor alegría. “La adopción es maravillosa y es muy gratificante compartir la historia. Además, para ellas es normalizarla”, opina. Reconoce que el proceso de adopción es “lento”, pero anima a quienes lo estén sopesando a dar el paso. Aunque suele haber críticas por las demoras en los trámites para garantizar la idoneidad, Olga apoya que las administraciones se aseguren de la capacidad de los padres adoptivos. “Si el psicólogo tiene que venir tres veces, que venga”, ejemplifica.

Deberían verlas ahora los psicólogos que intervinieron en sus adopciones. Las niñas ya están tan altas como la madre. Felices, con sus complicidades y discrepancias, porque son una familia singular y, a la vez, una más del montón.

Lourdes y Julio son pareja, los padres de Fernando. Mientras ellos cuentan su historia, el niño come un plátano para recuperar una energía que apenas quince minutos después de conocerlo se ve que no le falta. Una mancha en su camiseta es la prueba de que vive, disfruta y es feliz; no como esos críos que no se tiran por el tobogán para no arrugarse la ropa. “Me mancho mucho”, confiesa.

Lourdes, con Fernando en brazos, y Julio, su pareja. Lourdes, con Fernando en brazos, y Julio, su pareja.

Lourdes, con Fernando en brazos, y Julio, su pareja. / M. H.

Fernando, de tres años, llegó por sorpresa cuando Lourdes tenía 37. Es el primero de ella y el tercero de Julio, que tiene dos de su pareja anterior. “Yo no quería un niño mueble. Y no tengo un niño mueble. La maternidad es dura, pero soy muy feliz porque Fernando es muy divertido, muy vivo, muy intenso”, relata. Dice que lo peor de ser madre es “lo que nadie te explica; el cansancio y la preocupación que genera”. Aunque sin duda concluye que lo mejor compensa con creces cualquier sacrificio porque “da mucha vida y porque experimentas un amor diferente”.

Este domingo celebrarán su tercer día de la madre yendo a ver a la abuela materna a Monachil (Granada). Porque lo importante de la celebración no es su fin comercial, sino que sea vivida con los seres queridos; sea cual sea el modelo de familia elegida.

“Yo respeto todos los modelos. Conozco gente de todas las variantes. Tiene que haber todo tipo de familias. No por ser hetero vas a dar más felicidad a tu hijo. Los importantes son ellos”, reflexiona Lourdes. Julio, que fue padre por primera vez a los 24, repitió paternidad casi dos décadas después con Fernando. “Uno no sabe cuándo es mejor tenerlos”, comenta, mientras controla que el pequeño no se vaya solo hacia el balcón.

Ambos son la tradicional pareja heterosexual con hijo biológico de este reportaje. A sus 40 años y con un niño muy activo, Lourdes admite –como advierten los ginecólogos– que actualmente “esperamos demasiado para tener hijos”. A modo de despedida, lanza un mensaje a favor de la diversidad: “Que cada uno tenga los hijos como los quiera tener”. Con el modelo familiar que pueda y desee, insiste. Porque sostiene que para muchas personas tener un hijo, aunque no sea de la manera más tradicional, es cumplir un sueño. Entonces finaliza con un interrogante que en realidad es una afirmación:“¿Y por qué vamos a negarles ese sueño?”

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