La activa participación del Museo Nacional de Arqueología de Lisboa, dirigido por el Dr. Antonio Carvalho, en la exposición del Museo de Huelva es uno de los más destacados ejemplos del siglo XXI de cooperación entre museos españoles y portugueses.

La reestructuración de este gran Museo, apoyada por importantes fondos económicos del Gobierno portugués, incluye una fase de inventario y clasificación en profundidad para el traslado de las piezas mientras se realiza la obra. Las piezas son revisadas y vueltas a catalogar si es necesario. En ese contexto se localizaron materiales procedentes del dolmen de La Paloma (cinco piezas líticas) y del dolmen del Toril (una pieza lítica), ambos de la necrópolis de Zalamea, en Huelva, intervenidos a principios del siglo XX, en 1904, por el colector Jose Joaquin de Almeida Carvalhais.

Los especialistas del Museo Nacional de Arqueología recuperaron todos los datos existentes en Archivos de Portugal y nos trasladaron esta información para que se hiciera pública en la exhibición del Museo de Huelva, descubriendo una noticia inédita de las relaciones entre ambas arqueologías.

El libro con los estudios científicos que saldrá publicado en breve recoge la trayectoria de estas piezas desde que el colector Carvalhais y su equipo inicia el viaje en Lisboa, toman el barco hacia Ayamonte y alcanzan Zalamea. En las notas archivadas se recogen los días invertidos entre el desplazamiento y los trabajos, tres, los pagos realizados, y una descripción de los materiales extraídos. Aunque es sugerente que el dolmen de la Paloma sea el intervenido en los años 90, esta identificación necesitaría de confirmaciones más sólidas que podrán llevarse a cabo a partir de esta información antes desconocida.

Hacha pulimentada de un dolmen de Zalamea la Real, Huelva Museo Nacional de Arqueología. Lisboa.

La investigación de los colegas portugueses nos permite acercarnos a las grandes y pequeñas historias que hay tras los objetos de nuestros museos. Incluirlas en la vitrina que nos explica la historiografía de los estudios sobre megalitismo y figuritas en el extremo suroccidental ibérico, revela objetivos comunes desde los tiempos más remotos de la investigación. Entonces las Sociedades de Amigos del País, las Exposiciones Universales y otros eventos tenían en la cultura y en la ciencia un sello de identidad de la sociedad burguesa del siglo XIX y primera mitad del siglo XX.

Dolmen de la Paloma, Zalamea

La pieza pulimentada que encabeza esta ficha pertenece probablemente al ajuar del dolmen de La Paloma, en término de Zalamea la Real. Es muy semejante a todas las que se han documentado en las necrópolis megalíticas del Pozuelo. Este conjunto sigue siendo el más destacado del megalitismo del suroeste ibérico gracias a la actualización de su conocimiento que asegura la antigüedad de sus primeras construcciones a inicios del IV milenio aC, la intensidad de sus usos a lo largo del IV y III milenio aC, la construcción de terrazas rituales en la Edad del Bronce y la persistencia de estos sitios hasta la Edad del Hierro (para más información, ver ficha realizada por José Antonio Linares en la Guía Catálogo de la exposición y en artículo de esta serie de Huelva Información). A estos novedosos datos, se suma la documentación de la decoración de sus soportes y el hecho de que algunos de ellos son totalmente escultóricos, como el que se ha incluido en la exposición procedente del dolmen 6 de El Pozuelo.

En las notas de inicios del XX la pieza que hoy describimos se cataloga como "hacha grande muy semejante a las de Aljezur". Por eso están en la exposición otros materiales del sepulcro de Aljezur en el Algarve. En concreto se han expuesto algunas de sus espectaculares placas decoradas (búscalas en la primera vitrina de materiales), que son otro elemento cultural compartido de una manera común de visibilizar la muerte en estas arquitecturas de uso colectivo.

Las hachas y útiles líticos que pueden contemplarse en la vitrina que sintetiza la historia de la investigación son un testimonio único de que quienes habitaban a ambos lados del Guadiana compartían territorios, cultura, creencias y muy probablemente, ancestros.

El respeto y la colaboración fundamentaron las bases sociales del pasado asentando poblaciones mediante lazos personales y humanos que son la base de nuestro presente y esperemos que también lo sean de nuestro futuro.