Análisis

Pablo Martínez -Salanova Peralta

Adiós, Ronaldinho

El futbolista brasileño ha puesto fin a su carrera como uno de los mejores de la historia

Quisiera al menos una vez pasármelo una millonésima parte de bien de la vez que peor se lo ha pasado Ronaldinho en su vida. Voy a dar un ratillo a los de la ESO para que asimilen lo que acabo de decir, porque hasta me ha costado escribirlo. Quiero decir que seguramente el día más triste del brasileño sería algo así como una despedida de soltero épica para el común de los mortales. Porque lo que está claro es que si alguien se lo ha pasado bien en esta vida, aparte de Hugh Hefner, ese es Ronaldinho.

Y no es que sea evidente por su eterna sonrisa que el tío se lo ha pasado teta, es que se le veía por todas las discotecas de Barcelona noche sí y noche también dándolo todo. Es lo que tienen los genios, que ayer a altas horas de la madrugada le están pegando a tope a los bongos y al día siguiente te ponen en pie al Bernabéu entero con un recital de fútbol para el recuerdo.

La pregunta cuando hablamos de Ronaldinho siempre es la misma. ¿A dónde podría haber llegado esta criatura si le hubiera dado menos a la samba y más a trabajar? Pues a entrar en las quinielas de los mejores de la historia, codeándose con Messi, Maradona, Pelé y demás elegidos. El eterno debate de quién es mejor depende de los gustos y los colores de cada uno, pero nadie podrá negar que los vídeos del brasileño, con sus regates, sus filigranas y sus goles, son un espectáculo para cualquiera al que le guste este deporte, y también para el que no le guste.

Lástima (o no) que Ronaldinho no concibiera el fútbol un poco más como un trabajo, porque se quemó antes de tiempo. Pero aun así regaló a los aficionados, sobre todo los de aquel Barcelona de Rijkaard, unos buenos años de magia más que suficientes para estar para siempre de pleno derecho en la lista de los más grandes.

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