La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

¿Se va Sánchez o no se va?

Uno puede dimitir ante un ataque insoportable o puede quedarse, pero no poner en vilo al país mientras se lo piensa

La insólita, e incluso inaudita, decisión de Pedro Sánchez de anular su agenda pública durante unos días para pensar si le merece la pena continuar siendo presidente del Gobierno o si es mejor dimitir puede haber sido un arrebato personal, respetable y comprensible, y puede haber sido un golpe de efecto, estrictamente político y notoriamente diseñado por el presidente. O las dos cosas a la vez, quién sabe.

La teoría de la maniobra calculada tiene muchos adeptos. Obedece a dos características esenciales del liderazgo de Pedro Sánchez: su capacidad de resistencia ante la adversidad y su facilidad para perpetrar golpes de efecto que revierten situaciones difíciles. Es único en esto. Recuérdese cómo le dio la vuelta a su gran crisis cuando fue apartado de mala manera de la Secretaría General del PSOE o cuando perdió con estrépito las elecciones locales y autonómicas de mayo de 2023.

Si todo es una estratagema más del narciso mayor del Reino, se entiende que no haya dimitido, sino amagado con dimitir. ¡A quién se le ocurre! Si te parece injusta e insoportable la presión que sufre tu mujer por parte de la derecha y la ultraderecha, dimite; si crees que aun así merece la pena seguir presidiendo el Gobierno de España, quédate. Pero eso se medita en silencio o se decide en familia, no se pone en vilo a todo un país forzando una especie de cuestión de confianza populista y plebiscitaria, ajena a las instituciones democráticas.

Objetivamente lo único que ha pasado en los últimos días es que un juez ha abierto diligencias contra la esposa del presidente, Begoña Gómez, por presunto tráfico de influencias, a raíz de la denuncia de una organización ultraderechista, basada en recortes de prensa. Lo más probable es que las diligencias no lleguen a nada. No es normal que el presidente amenace con dimitir cuando su esposa ni siquiera está imputada. Y todavía menos normal es que trate de convertir su caso de enamorado en la víctima de una conjura política y mediática de los enemigos de la democracia. Tan democrático es un presidente legítimamente elegido por el Congreso de los Diputados como la libertad de expresión y la independencia judicial.

Sin ninguna certeza, me inclino a pensar que esta hipótesis es acertada: Sánchez convierte una dificultad familiar en una operación política destinada a reafirmarse, darse un baño de multitudes y justificar medidas contra cierta prensa y ciertos jueces. Pero quizás haya otra explicación. Mañana.

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