Pepe Mel ha necesitado una sola jornada para lograr lo que sus predecesores no hicieron: sumar 3 puntos, dando portazo a la pesadilla de convertirnos en el peor colista de la historia, cuya marca posee el Sporting de Gijón con los 13 puntos que ahora tenemos en la tabla. Como mucho, si es que perdemos todo de aquí al final de liga, compartiremos ese dudoso honor con el club asturiano. Con Garitano, la cosa no estaba tan clara. Obviamente Mel no tiene una varita mágica. De hecho el equipo siguió fallando ocasiones clamorosas y Maximiano tuvo que emplearse a fondo. Pero al menos el equipo salió con otro aire (normal cuando hay cambio de técnico) y perseveró y luchó para lograr el primer triunfo de la temporada. Pepe Mel sí tiene su cuota de responsabilidad, entre otras cosas por meter al defenestrado Ramazani, que dio la asistencia en el gol de Baptistao y, sobre todo, atreverse a darle la alternativa al canterano almeriense Marcos Peña, que tuvo un debut soñado. Tuvo Mel otras cosas menos positivas, propias del mismo Garitano, en cuanto a las sustituciones, pero al menos le salió bien. Aunque donde creo que Mel marcó la diferencia es en que su mensaje a la plantilla ha calado, sobre todo porque el propio entrenador se lo cree, algo que no puedo decir ni de Moreno ni de Garitano. Habló Mel del funeral que se encontró en la caseta y de la importancia de divertirse con el balón. El equipo, cuando tuvo el balón, se divirtió. Cuando no lo tuvo, sufrió y no dejó de creer. Con Garitano nadie creía, ni la plantilla, ni el propio entrenador. Y mucho menos nosotros. Les reconozco una cosa, de haber seguido el vasco en el banquillo seguramente no habría hecho ni el amago de ver el partido. El debut de Mel me devolvió el sentimiento de pertenencia a mi club. Sé que no hay posibilidad de permanencia, pero al menos pude ver a mi equipo celebrar el gol y el triunfo final, aunque siga sin valer de nada en el apartado deportivo...

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