Análisis

jorge colipe

Dios existe

Messi es Dios, es Alá, es Buda, mi consuelo; el Dios con barba en el que todos creemos

Madrugada del miércoles en España. En Argentina es la tarde noche de una incipiente primavera. La selección nacional de fútbol se juega a todo o nada su pase al mundial y en vez de mariposas en el estómago, a 47 millones de personas se nos retuercen las tripas como si estuvieran embutidas en alambre de púas. Las estadísticas indican que Argentina no gana en Quito desde hace demasiado tiempo. Para colmo, la pelota no dobla. Hay que prender velas a Messi. Hay que pedirle que haga de Messi un día más como tantas tardes en la llanura mediterránea del Camp Nou, como tantos días y noches en todos los campos donde caminó sobre las aguas. Para los agnósticos, Leo Messi es lo más parecido a Dios. Es el ser superior que se le perdió a Butragueño. Si estás en las últimas, casi desahuciado, encomiéndate a Leo, el único que puede torcer tu destino y cambiar de puerto cuando la fatalidad te espera detrás del muro. A las ocho de la tarde del martes, para los argentinos, Rusia quedaba muy lejos y eso que la sensación era de que estábamos en Siberia. Puede ser, dicen que la Patagonia es la Siberia argentina, donde iban a parar los dirigentes anarquistas de principios del siglo XX. Empieza el partido y antes de apoyar mi culo en el sofá, después de una pared de cabeza entre dos jugadores ecuatorianos cuyo nombre no recuerdo, la pelota estaba en el fondo de la red. El primer balón que toca Romero, es para ir a sacar del medio. Está helando y nos vacilan hasta los chilenos. Pero también cuando repaso la formación albiceleste, encuentro nombres que no me suenan. Veo a Salvio y me tiemblan las piernas. A ese le conozco por tras su fugaz paso por el Atlético. Mamita querida, tengo parkinson. Aparece Messi, el que yo conozco. El que estoy harto de ver como una y otra vez marca un "hat trick". Y hace el primero, el segundo y el tercero. Solo. No necesita a nadie más. Messi es Dios, es Alá, es Buda, es todo el santerío junto. Es mi consuelo y mi salvación. Es el Dios con barba en el que todos creemos.

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