Antonio Jesús Martín Acuyo Párroco De Cuevas Del Almanzora

Convertíos y creed la Buena Noticia

CONVERTÍOS y creed la Buena Noticia. Este es el mensaje principal y fundamental en la liturgia de este Domingo, pero al mismo tiempo ha de ser el "iter" de este tiempo cuaresmal que comenzamos el pasado miércoles con la imposición de la ceniza en nuestras cabeza. La Iglesia nos ofrece un tiempo de especial preparación y meditación previo a la cincuentena pascual. Pero este tiempo no es simplemente un tiempo de preparación a otro más importante, sino que es en sí mismo un tiempo de gracia, un tiempo de conversión.

En el Evangelio de hoy encontramos a Jesús empujado por el Espíritu al desierto para ser tentado. Aunque nos sorprenda, el mismo Espíritu es el que empuja, lleva a Jesús al desierto. El desierto en la Palabra de Dios tiene un doble significado: lugar de soledad y lugar de destierro, pero Jesús llevado al desierto cambia este sentido, siendo lugar propicio para el encuentro con Dios. En esa soledad del desierto Dios se hace presente. En la sociedad en la que vivimos caracterizada por el bullicio, el ruido y la masa de gente, la Iglesia nos invita a la soledad, al encuentro con el Señor y por tanto con uno mismo, para poder así convertir nuestro modo de ser al modo de ser de Dios. La conversión no es solo cambiar la forma o modo de pensar, sino es cambiar nuestra vida. Convertir es volver el rostro a dios, es dejar que el actúe en nuestra vida.

¿Pero hoy en el siglo XXI se puede hablar de conversión? El plazo se ha cumplido, nos dice el Evangelio, el tiempo es apremiante. Hoy y siempre la Iglesia exhorta a la conversión, exhorta al cambio de vida, ya que no siempre actuamos como Dios quiere. La forma de vivir y actuar de los cristianos deja muchas veces, mucho que desear. Todo los días, la Iglesia en la celebración de la Eucaristía, pide perdón al Señor por su infidelidad, es decir, por la infidelidad de sus miembros, y ruega al Señor de la misericordia que perdone sus pecados y le ayude en la conversión.

El "pacto" que Dios ha hecho con el hombre, siempre es roto por el mismo lado. El hombre que busca la felicidad y la dicha, no siempre la busca en Dios, sino que con frecuencia se cree autosuficiente y se autoproclama "señor" - sin señorío (y perdón por el atrevimiento). Dios no deja de ofrecer su misericordia y perdón al hombre, y aunque este con frecuencia prescinde de Dios, Dios no prescinde del hombre y no quiere salvar al hombre sin el hombre. Por ello, nos ofrece a Jesucristo su Hijo, que proclama el reinado de Dios con su vida, obras y milagros.

Este tiempo de gracia y perdón, es tiempo de encuentro con el Señor, tiempo devolver nuestra mirada al único capaz de reconciliarnos con el Padre. Abramos nuestro corazón a su amor desbordante y limpiemos el nuestro de todo aquello que nos aleja de su Amor, en el desierto de nuestro día a día.

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