Ni fu ni fa, ni frío ni calor. Esa sensación de tener unas expectativas muy altas sobre algo o alguien y que ese sentimiento de admiración sobre esa persona se vaya desinflando. Así se puede acuñar el término del resinazo.

Pero no creo que sea el único que haya utilizado este término desde que Antonio Resines presentó la gala inaugural del Festival Internacional de Cine de Almería. Fue maestro de ceremonias porque ya estaba fichado, pero la gala la salvó el ilusionista Jon Zabal que le puso ganas, energía y talento. Todo lo contrario que el actor. Llegó al escenario de FICAL como si con él no fuera la cosa. No digo que lo hiciera mal, que también, me refiero a la apatía e inapetencia del actor con este Festival de Cine.

Como artista consagrado, ya no valoraré su talento, debería venir a un trabajo, en este caso la gala inaugural, aparentando que deseaba presentar este inicio de FICAL. Una de las virtudes de un intérprete es meterse en un papel y tener credibilidad, pues Resines consiguió que creyéramos que no le apetecía venir.

La organización del Festival pone toda la ilusión en contratar a un presentador con carisma para que al final todo se haya quedado en una decepción.

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