Supongo que cuando llevas más de diez años, once para ser exactos, sin ganar un título mundial, pues tendrás unas ganas locas de volver a ganar otro. Aunque después de años de frustraciones puede que hayas entrado en un trance de desidia en el que ya todo te dé un poco igual. Que si ganas, pues estupendo, pero que a estas alturas se te ha pasado el arroz para lo de ser campeón del Mundo, batir récords y escribir tu nombre con letras de oro en la historia de la Fórmula 1.

En ésas debe estar moviéndose ahora Fernando Alonso, quien acaba de renovar su contrato con McLaren. Por un solo año, prorrogable, eso sí. Porque no está la cosa como para jurar lealtad eterna si le queda una pequeña ambición por volver a hacer algo grande antes de retirarse. Y es que Fernando ya se ha dado mucho margen para volver a ser ganador. No olvidemos que a los tres años horribles que lleva en McLaren, hay que añadir el decepcionante lustro que se pegó en Ferrari.

El caso es que se queda en la que ha llamado "su casa", donde se encuentra muy a gusto, según ha dicho públicamente tras la firma. Muy bonitas palabras de cara a la galería que no cuadran con años de tensiones, de acusaciones y despotriques contra su propio equipo por los malos resultados y fiabilidad de su monoplaza. Mucho ha tragado McLaren también por retener al talentoso asturiano, que se aprovechaba de su situación de privilegio para clamar a los cuatro vientos, con más razón que un santo, contra la mano que le da de comer.

A mí la renovación me parece un gran acto de fe, por mucho que la escudería británica se haya quitado de encima los motores Honda. Porque ahora Fernando debe confiar en que los Renault, con los que ganara aquellos lejanos títulos mundiales en 2005 y 2006, sean competitivos. El año pasado no han demostrado un rendimiento como para tirar cohetes, así que o es Fernando de mucho confiar o ya es que le da igual todo mientras él se lleve calentitos sus 40 millones.