La esclavitud del siglo XXI

La polarización está a la orden del día y la crisis migratoria sigue teniendo su especial relevancia

La polarización está a la orden del día y la crisis migratoria sigue teniendo su especial relevancia, posicionándola en la primera línea de parrilla y tenido mayor visibilidad en los medios de comunicación –es lo que tiene ser una las estratos sociales más vulnerables: que nadie da la cara por ti- y que sin duda perjudica a un sector de la población débil, invisible, con menos capacidad política y con menor representación social. Por motivos obvios, la situación inusual de la comunidad hace que no se tengan la representación jurídica y social que se merece, estando a la intemperie de las especulaciones y de los intereses de uno y de otros. Y es que la responsabilidad de liderar ciertas actuaciones acarrea lo que acarrea. Cuando se toman decisiones buscando la oportunidad o cuando se legisla a ton ni son es lo que produce: una ruptura social o alimentar los sectores más extremos de la sociedad. Y, en este caso, la intolerancia, la xenofobia y el racismo que toma su máxima expresión: el caldo de cultivo para el populismo más visceral. La penalización, el castigo y el oprobio a unas personas que lo único que han hecho es nacer en un lugar y en un momento concreto (Dejo a un lado el contexto histórico, político, económico social y cultural que ha arrastro a una parte de la población mundial al ostracismo y la indignidad más absoluta).

Así pues, junto con la intolerancia, elementos todos populistas, como la identidad nacional o la lucha de clases, toman su espacio en el imaginario social que, como moneda de cambio y según en qué momento de la historia se emplee, se podrá obtener al monstruo o espécimen que nos haga avergonzarnos de lo miserable a lo que puede aspirar la humanidad.

Evidentemente, no voy a utilizar este argumento para crear demagogia o irme al discurso fácil, pero lo que sí está claro es que tenemos un problema. Disculpad, quise decir, tenemos muchos problemas. Y el primero pasa por el control de los recursos públicos. Su transparencia, su servicio y su finalidad. La integridad de aquellos que tienen acceso a las cuentas públicas. Trabajar el concepto de ejemplaridad -un proceso hacia la administración ética y moral-.

Y siempre que la gestión de un Estado este basada en parchear y poner remiendos para ir tirando, nunca tendremos la solución más idónea para atajar el problema de base que, en este caso, es el tráfico de seres humanos -la nueva esclavitud histórica-, donde no sólo nos encontramos con las mafias que están detrás (de ambos lados), sino que también tenemos que atender a todos aquellos que incumplen la legislación.

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