Comunicación (Im)pertinente

Francisco García Marcos

El president almogávare Arágonés

En Catalunya lleva tiempo registrándose un ejemplo prototípico de confrontación lingüística

Reconozco que las lenguas son un recurso propagandístico inmediato y eficaz. Desde que el Romanticismo las convirtió en depositarias de la idiosincrasia de los pueblos, han ejercido como referente identitario.

En Catalunya lleva tiempo registrándose un ejemplo prototípico de confrontación lingüística como extensión de una otra política. Los independentistas y los españolistas dirimen sus diferencias a base de bastonazos lingüísticos.

Hace una semana el presidente Aragonés justificaba un absurdo tan grande, como financiar la enseñanza escolar del árabe, pero no la del español. El President recordaba el derecho de ese alumnado a conservar su lengua materna, lo que implícitamente suponía que los castellanoparlantes estaban privados de ello.

Naturalmente, el contrapunto de la acera contraria discurre en el mismo tono. Habría que suprimir el catalán de la faz de la tierra, como mucho recluirlo en los dominios más recónditos de los hogares. Es otra forma de conculcar derechos fundamentales de otros ciudadanos.

El nacionalismo, en tanto que producto del exacerbado romanticismo, es intrínsecamente obtuso, que le impide acometer una lectura objetiva de la realidad. El último dato del puzzle lingüístico catalán es muy interesante. Un informe revela que solo el 25% de sus ciudadanos emplea el catalán como lengua habitual, frente al 48’8 que lo hace en castellano. Lo interesante no está en esas cifras, sino en lo que queda en medio. No hace falta ser Mandelbrot para percatarse de que hay un 26’2 que acude a otra lengua. Esa realidad, multilingüe y multicultural, es la que existe en Catalunya, más allá de los nacionalistas de una u otra bandera. Ya que ha tomado carrerilla el presidente, lo mismo sería interesante darle un giro almogávar al asunto.

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