Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad

La carta de Puigdemont

En fin, que ni la historia de la nación española ni la de la propia Cataluña merecían este conflicto, donde todos perdemos

La carta de Puigdemont La carta de Puigdemont

La carta de Puigdemont

Carles Puigdemont le ha escrito una carta a Rajoy. Pero escribir una carta es un ejercicio de voluntad y literario, que se está perdiendo en este siglo de siglos. El president tenía que haber vuelto su mirada a los clásicos. Así hubiera puesto mejor los puntos y las comas y su sintaxis hubiera sido la que debe estar en consonancia con un cargo de tanta relevancia. De esta manera, hubiera sabido que la Epístola a los Pisones de Horacio, las Heroidas de Ovidio, las cartas de Cicerón, Séneca, Plinio el Joven y Pablo de Tarso definen el mundo clásico en su incesante mar. A las Cartas a los más ilustres varones de la antigüedad de Petrarca las busca el eterno hoy de la leyenda. La Epístola a Boscán de Garcilaso de la Vega y la Epístola moral a Fabio de Andrés Fernández de Andrada son páginas inseparables que entretejen el recuerdo. Un siglo que persiste como un hexámetro latino para ser lo que fue conserva en su geometría insondable las Cartas persas de Montesquieu, las Cartas filosóficas de Voltaire, Pamela de Richardson, las Cartas eruditas y curiosas de Feijoo, Julia, o la nueva Eloísa de Rousseau, Las cuitas del joven Werther de Goethe y las Cartas marruecas de Cadalso. En la hermosa metáfora donde converge el ayer recobran su esperado y debido lugar Hiperión, o el eremita en Grecia de Hölderlin, Una novela en nueve cartas de Dostoievski, Lady Susan de Jane Austen, Carta de una desconocida de Stefan Zweig, Paradero desconocido de Kresmann Taylor, 84. Charing Cros Road de Helene Hanff y otras cartas de Hemingway, Plath, César Vallejo, García Lorca y Faulkner. Pero han sido La vida de Lazarillo de Tormes, La estafeta romántica y La incógnita de Galdós, Desde mi celda. Cartas literarias de Bécquer, Pepita Jiménez y los ocho volúmenes que Castalia ha editado con 3803 cartas de Juan Valera y Mrs. Caldwell habla con su hijo de Cela mis referentes dilectos para escribirle en esta modalidad; inagotable y pura como una lágrima que, al invocarla, acude.

Leer y escribir son dos actividades tan nobles como miríficas, tan humanas como creativas, tan apasionantes como espléndidas, tan hermosas como radiantes, tan literarias como filosóficas. Puigdemont no se ha esmerado, no se ha preocupado de convertir la carta en el género tan dilecto que es. Algo tan elemental como poner dos puntos después del encabezamiento lo ha ignorado para, en su lugar, poner una coma, por influencia del inglés. En fin, que el sueño de la independencia le ha impedido tomar contacto con una escritura, que deje huella y pase a ocupar su sitio en la antología de la historia. Podía haber embellecido el léxico, la semántica, la retórica, el estilo, la sublimidad. Un político, como él, no puede escribir de cualquier manera para cumplir el expediente, sobre todo cuando la carta es una carta no solo para el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, sino para la historia. Quizá, la palabra más auténtica y representativa de su contenido sea la de diálogo. Pero no ha estado a la altura del significado de un significado tan claramente auténtico en la declinación de sus semas entrañables y verdaderos en los renglones derechos de la dialéctica.

Rajoy, en la otra parte de la situación, ha dicho: "Hemos sido enormemente prudentes, hemos pensado muchas las cosas, lo hemos advertido y avisado, pero no se puede aceptar que un Gobierno incumpla la ley sabiendo que lo está haciendo. Las medidas de mañana serán acordadas con el PSOE, Ciudadanos y Gobierno. El objetivo de las medidas es volver al cumplimiento de la ley, porque no puede haber una parte del país donde la ley no exista y no se aplique. Y al mismo tiempo queremos volver a la normalidad". Para añadir: "La utilización del artículo 155 no presupone el uso de la fuerza. Es un instrumento recogido en la Constitución y similar a las de otros países europeos. El límite, si es temporal, no está determinado pero importa recuperar la legalidad institucional"

En fin, que ni la historia de la nación española ni la de la propia Cataluña merecían este conflicto, donde todos perdemos. Pero la situación es la que es. Nunca es tarde para enmendar errores y solucionar el problema. "No debe dejarse un solo instante de abogar por la unión y el mejor entendimiento de los hombres a fin de que las diferencias se ssubsanen y prime siempre sobre las conciencias el espíritu de concordia y de razón, tan indispensable para la razón humana", decía Carlos Bernardo González Pecotche en los instantes en los que el hombre reflexiona y debate consigo mismo en la soledad del intelecto. Carles Puigdemont, con una carta, vacía y llena de tópicos. Rajoy y el 155. La historia nunca se equivoca y nos dirá la verdad.

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