Carta del Director/Luz de cobre

Agricultura, inspecciones y la visita de los alemanes

Al final sólo queda la falta de profesionalidad y criterio de quienes gobiernan, capaces de poner en peligro la agricultura

En Europa son muy dados a inspeccionar la agricultura de los países que los alimentan. En especial aquellos del norte buscan cualquier pretexto para tratar de fustigar a los del sur con visitas e informes, en los que siempre se trata de poner en cuestión la forma de trabajar de los demás. Viene esto a colación de la frustrada presencia de los diputados alemanes a Huelva, que se quedó en Madrid, y al intento filibustero de unos y de otros de hacer política con las cosas de comer. El medio ambiente de trinchera, en el que últimamente nos movemos, tienden a mirar con lupa el trabajo coherente y sin tacha que llevan a cabo los agricultores andaluces, mientras que la boca del embudo se ensancha hasta el extremo cuando se trata de la gestión de residuos o el uso de fitosanitarios en sus países de origen o en terceros, que les suministran hortalizas o frutas a precios más bajos. Entonces la policía medioambiental hace la vista más gorda o ni la hace, mientras que el bolsillo se toca lo justo. Todavía recuerdo la famosa crisis del e-coli en Almería. Poco menos que desde el primer día Alemania, Bélgica, Francia o Gran Bretaña nos crucificaron como a Jesucristo, sin juicio, y cuando la bacteria se identificó en las granjas germanas casi se lavaron las manos como Pilatos, siguiendo con los términos religiosos o movieron las extremidades en forma de émbolo como en aquel famoso juego de niños “lío, lío que yo no he sido....” Bajo estas premisas no busco otra cosa que alertar e insistir en la necesidad de que nadie nos tutele. Somos mayores de edad en cultivos, en el uso del agua, en el control de los fitosanitarios y plagas. Lo ecológico se ha instalado en nuestras plantaciones en la misma medida que un embolo se encaja en el cilindro de un pistón.

Lo que no me acaba de encajar es el intento de aquellos que nos gobiernan -no es el caso ahora de hablar de colores políticos- de jugar con los intereses de los agricultores por un puñado de votos. Estos días, en el caso de Huelva, hemos asistido a un juego de tronos peligroso, en el que a nadie o a casi nadie le ha importado lo que piensan los agricultores, que cada día luchan porque un kilo de fresas de esa parte de Andalucía o de tomates o pimientos de nuestra Almería, se puedan encontrar en los lineales de la Unión Europea. El uso torticero que los unos y los otros, los otros y los unos, hacen de la agroalimentación raya en lo grosero y casi en lo chabacano, si no fuera porque la suma de exportaciones agrícolas de Almería o de Huelva supone un importante tanto por ciento del PIB andaluz y el español. Al final sólo queda la falta de profesionalidad y criterio de quienes gobiernan, capaces de poner en peligro y en la picota un sector que ha sabido crecer, industrializarse y cumplir todas las normas sanitarias y ambientales para producir de forma excelsa. Quienes no han estado a la altura son los que los jalean sin haber pisado nunca un invernadero.

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