República de las Letras

Cine histórico

Aquí las diferencias ideológicas se hubieran impuesto y nadie habría tragado la versión de la peli

En España, con nuestra idiosincrasia intolerante, dada a la exageración y al fanatismo -como hemos tenido oportunidad de comprobar no hace mucho con la crisis política catalana, la más importante sufrida por la democracia del 78, mayor, incluso, dicen los analistas, que la del golpe de Tejero-Armada-Milans del Bosch en el 81-, en España, digo, no hubiera tenido ningún eco un tratamiento de la Historia del país en el cine al estilo americano. Esa forma frívola de contar la Conquista del Oeste, con el genocidio de los indios por medio, o la Guerra Civil, con la esclavitud, no hubiera arraigado nunca en la España tradicional y gris que hemos conocido hasta la crisis del 2008; a partir de ahí todo depende del dinero que eso reportara: la Historia, como todo, vale ahora la pasta que produzca, puesto que la pasta -no el Hombre, no la Razón, no Dios, por supuesto, ni la Moral- es la medida de todas las cosas. Un género no humorístico sobre nuestra Guerra Civil (La vaquilla, 1985) no es imaginable. Por ejemplo, las aventuras y desventuras de tres pícaros que buscan un botín en medio de la Batalla de Teruel (El bueno, el feo y el malo, 1966). O la historia de un alcalde socialista que reclama la ayuda de sus vecinos para resistir a los franquistas que están a punto de llegar a su pueblo (Solo ante el peligro, 1952). No, aquí las diferencias ideológicas se hubieran impuesto y nadie habría tragado la versión de la peli. Sólo el género seudopatriótico, unilateral, parcial y vacuo ha prevalecido (Raza, 1941, con guion de Franco; ¿Dónde vas, Alfonso XII?, 1958, y su secuela, la insufrible ¿Dónde vas, triste de ti?, 1960). No hablemos, por cortesía hacia el lector, de todas esas películas de etarras de los 80, de la que sólo se salva Operación Ogro (1979), y porque fue una coproducción hispano-italiana, con director italiano y basada en un libro, homónimo, de la autora Eva Forest. Con esto del cine obramos, casi siempre, como con el arte y la televisión. Con la literatura ocurre que hay escritores que tienen miedo a manifestarse públicamente acerca de, por ejemplo, lo de Cataluña, no vaya a ser que la gente no le compre sus libros. En Televisión ya estamos viendo lo que el gobierno central hace con RTVE y lo que hace la Junta de Andalucía con Canal Sur, éste lleno de folclore, fiestas, paisaje y autocomplacencia, como si Andalucía fuese la Arcadia feliz. En fin, que no.

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