Carta del Director/Luz de cobre

La Feria y las casetas familiares

Recuperar el Paseo para las actividades y Feria del Mediodía ha sido un notable acierto de la organización

Hace hoy justo una semana que la Feria de la capital concluyó. Tiempo suficiente para mirar con cierta perspectiva los resultados y hacer un balance sosegado, sin estridencias y, en ningún caso, a vuela pluma. La conclusión primera, bajo mi punto de vista, es que se ha dado un paso adelante en positivo, tras un 2016 para olvidar y en el que, de verdad, se tocó fondo, con serio riesgo en dejar la principal fiesta de la capital, aquella que nos vende al exterior como pueblo, como intrascendente.

La que ahora ha concluido nos deja buen sabor de boca al regresar las actividades del mediodía al Paseo. Cualquiera que haya pateado las calles durante este tiempo, espero que los que rigen los destinos de la capital también, habrán comprobado el salto de calidad y asistencia que se ha producido. Siempre he dicho que los experimentos deben hacerse con gaseosa y aquello que funciona, como la concentración de actividades durante el día en el centro de la ciudad, nunca debió de tocarse.

Resaltar que el concierto de la OCAL tiene un escenario natural que es el parque de Las Almadrabillas. Sacarlo de ahí y llevarlo al Palacio de Congresos, con un sonido pésimo y alejado de la imagen exterior que es el puerto y el Cable Inglés corría serio riesgo de ser uno más de los que celebra la orquesta y no es ese el objetivo. Luego está la noche. Consciente de la necesidad de un nuevo recinto ferial, lo que parece evidente es que todo lo que suponga alejar las actividades del centro supone un duro golpe a la asistencia de público.

La ciudad tiene un recinto moderno, preparado, amplio, hasta coqueto diría yo. Sin embargo compartimentar lo que encierra se ha visto que fue un error. No parece que vayan a tener problemas las atracciones, que mal que bien, hasta la una de la madrugada son visitadas por miles de padres con sus pequeños. Tampoco parece que sea un problema las casetas-discoteca, que tienen en su ubicación un auténtico filón, aunque habría que mirar que tipo de fauna las puebla.

Otra cosa son las casetas familiares, aquellas que alguna vez fueron el eje de la Feria de la noche, y que en esta edición casi han firmado su tarjeta de defunción. Alejadas, abandonadas, olvidadas y caras. Un cóctel difícil de gestionar y al que hay que buscar una salida. Tiene difícil solución, aunque espero que con la colaboración de todos se encuentre una salida que permita recuperar lo perdido.

Entiendo que la Feria de la capital debe ser en conjunto una suma de sonidos, colores y sabores. Volvamos a mezclar ambientes y que unos se puedan alimentar con los otros. Puede ser una opción, junto con el impulso de casetas más pequeñas, más de andar por casa, que no supongan grandes desembolsos para quienes opten a una concesión y así colaborar en el rescate del barco que se hunde.

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