Porsiacasos en un porsiacaso

Vaciar un porsiacaso puede poner al descubierto los particulares e “íntimos” porsiacasos de cada cual

¿cuántos porsiacasos suelen llevarse en un bonito o apañado porsiacaso? No es un juego de palabras, pues el uso de los términos tiene el beneplácito del Diccionario recién remozado y completado por la Real Academia Española. En algunos países hispanoamericanos, con “porsiacaso” se pone nombre a una alforja o “saquito”, un saco pequeño, para llevar provisiones de viaje. Y la Academia acaba de incorporar otra acepción por la que “porsiacaso” es cualquier cosa, sin entrar en detalles, que se tiene o se lleva en previsión de necesitarla. Luego cabe pensar en los trasteros o anaqueles repletos de porsiacasos, o en bolsos o porsiacasos repletos de eso mismo, de porsiacasos. En ocasiones, el bienintencionado empeño de la previsión no surte pronto efecto ante la dificultad de encontrar el porsiacaso necesario entre todos los porsiacasos acumulados sin mucho orden ni concierto, más bien arrebujados en su propósito de remediar imprevistos. No debe olvidarse, por esto último, que un “acaso”, como sustantivo, denota una casualidad o un suceso, eso es, imprevisto, y que, como locución adverbial, “por si acaso”, sin unión sustantiva, quiere decir “en prevención de una contingencia”. Así las cosas, cada quisque puede reparar en cuáles son sus porsiacasos favoritos, o los que prestan utilidades ordinarias, aunque imprevistas. Bien pensadas las cosas, las eventualidades y los azares no han de ser necesariamente extraordinarios, sino simplemente imprevistos. Un abridor de botellines, un paquete de toallitas higiénicas o cualquiera de los cacharritos electrónicos que facilitan el uso de los dispositivos portátiles son ejemplo de porsiacasos habituales, que se llevan cerca. Sin embargo, las condiciones, situación y necesidades de cada cual amplían y hacen bastante variopinto el catálogo. Entre otras razones, porque, si bien muchos imprevistos afectan generalmente, no pocos se deben a la singularidad, los caprichos, las manías u otras maneras personales. De modo que vaciar un porsiacaso, para poner al descubierto los “íntimos” porsiacasos de cada uno, revelaría sugestivas “curiosidades”. No ya imprevistas, sino inesperadas a partir de lo que parecía conocerse de quien llevaba un bonito porsiacaso a modo de complemento y como recurso ante las particulares sorpresas de las contingencias

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios