República de las Letras

Recuerdos de Adolescencia

Los recuerdos son apenas una foto fija en blanco y negro de todo un mundo que fue y pasó a todo color

Entre los buenos propósitos para el nuevo año, coloco siempre el de volver a contactar con los amigos de adolescencia. Es curioso lo que me ocurre con eso –y no solo a mí, creo que a todo el mundo–: no tenemos los mismos recuerdos de las vivencias comunes de aquella época. La memoria es selectiva, dicen –no soy especialista en el tema–, y cada cual recuerda mejor lo que le agrada recordar o lo que más impacto le hizo en su momento, contenidos que pueden no coincidir con los que me importan a mí. Y otra cosa más: desconocemos la evolución personal que ha tenido cada uno en la vida. Lo que yo recuerdo como distintivo de un amigo puede que a estas alturas ya no sea lo más adecuado para identificarle. A un familiar cercano le ocurrió que, después de recordar toda la vida episodios, anécdotas y lances vividos con un amigo de infancia y adolescencia, cuando se vinieron a encontrar sesenta años después no se reconocieron, pues pesó mucho más la actualidad de sus respectivas situaciones familiares y económicas que la remembranza del pasado. Claro que el caso era distinto: había habido una guerra de por medio, una depuración y una emigración forzada en una de las partes. Así, cada uno había seleccionado sus recuerdos de distinto modo y a veces resultaban antagónicos en uno respecto al otro. Porque esto de recordar tiempos pasados es un arma de doble filo. Hay novelas y obras de teatro sobre el tema. Si se evoca con ternura, se obtiene una foto de la realidad pasada distinta que si se recuerda con rencor. Ni una ni otra serían fieles a lo ocurrido. Todos los recuerdos a largo plazo son apenas una foto fija, incluso en blanco y negro, de todo un mundo rico y variado que fue y pasó a todo color y en toda su frescura, con toda su gama de movimientos y matices. Recordar, conservar fotos y objetos de otras épocas de la Vida, no es más que una parte de la constante lucha contra el tiempo a que está condenado el Ser Humano –otra de las cosas que lo diferencia del animal–, una parte de la lucha constante por la permanencia. Aquí vendría el mito del elixir de la eterna juventud, el Retrato de Dorian Grey o el de la invulnerabilidad de Sigfrido. Pero todo ello reducido a una foto, a un mechón de cabello o a una canción.

Luego está la segunda parte: el contraste de los distintos recuerdos con los amigos cambia el recuerdo mismo que uno tenía antes. De eso ya hablaré otro día.

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