República de las Letras

Primavera, por fin

Se acabó la Semana Santa. Gracias a Dios, la Iglesia está puesta en su sitio. Es primavera por fin

Por fin se acabó la llamada Semana Santa. Es un fenómeno curioso lo que pasa con la Iglesia en nuestro tiempo. Resulta que no tiene ninguna influencia en nuestras vidas. Que no nos dejamos seducir por sus contenidos retrógrados, que nos parece una antigualla poco adaptada al mundo actual. No hay más que ver la programación de la cadena de televisión de los obispos, las películas que selecciona, la mayoría “españoladas”, como se decía en los años 70. El Mundo parece girar en un sentido y la Iglesia en otro. Como ha sido siempre, solo que siempre ha sido el Mundo el que se ha tenido que adaptar a los dictados eclesiásticos, someterse a sus mandamientos, credos y dogmas, mientras que la institución permanecía, no inmutable –habría sido imposible– pero si en un plano superior al de los acontecimientos humanos. Su reino, en efecto no era de este Mundo. Pero se servía de él.

Pusieron para Semana Santa un cartel que dice algo parecido a que la gente vive como si Cristo no existiera. Curioso. El mensaje pretende producir desasosiego en las conciencias. Y la verdad es que acierta. El Mundo –no hay más que ver las noticias– vive, sin más. Sufre, es feliz, yerra, acierta… Vive. Y vivir es su función. Quién va a creer ya, a estas alturas de la Historia, que esto es un valle de lágrimas y que la felicidad solo es alcanzable en una supuesta segunda vida después de la muerte. ¿Negar a Cristo? ¡Quién puede! ¿Acaso estamos en lo cierto si decimos que todo es un invento, que aquel carpintero de aquel pueblo inventado –Nazaret– nunca existió? ¿Acertamos afirmando que sí?

Gracias a Dios, la Iglesia está puesta en su sitio. El Mundo, la Historia, la han dimensionado a su justa medida. Ya no es un instrumento de opresión, ni guardiana de un status quo, ni brazo ideológico de una clase social, la más poderosa, como fue durante siglos. Ya no hace falta para esas cosas, quiero decir. La gente, en sus relaciones con ella, se reduce a los momentos clave de la Vida, nacimiento, matrimonio, muerte… Y también eso está cambiando, gracias a Dios.

En cuanto a la Semana Santa, poco más que espectáculo en la calle, sentimientos de pertenencia a comunidades, camaradería… Y dinero, mucho dinero. Lo del cartel está muy bien traído en este sentido. Porque qué bien resultaría para algunos que la gente viviéramos a la espera de la otra vida, esa de la que nadie ha vuelto. Es primavera por fin, g. a D.

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