República de las Letras

La vida, el mundo

Qué les espera a mis hijos, a mis nietos. En realidad, la pregunta debería ser: Y todo esto, ¿para qué

En fin, algún día tenía que escribir este artículo. Sobre la Vida, sobre el Mundo… Sobre todo en general, digo. Un artículo sin tema concreto. Me bullía en la cabeza desde hace mucho y, no sé, quizá haya llegado el momento de sacarlo de ahí y escribirlo conforme voy reflexionando. Yo, este tipo de artículos –llámelos filosóficos si quiere, lector– me los suelo saltar. A quién le interesa lo que piensa uno cualquiera, uno que es gente, uno que pasa. Así que, si se lo salta, lector, lo comprenderé. Y, bueno, ahí va.

Recuerdo la actitud de mi padre ante mis cosas más queridas cuando era adolescente. Aquellos pantalones de campana no le gustaban nada. Aquella música le sonaba a chunda-chunda, el pelo largo, las patillas, las barbitas que luego se llevaron le parecían dejadez y suciedad. Pero, era curioso, en el fondo, muy en el fondo, yo sabía que comprendía bien todo aquello, aunque lo criticara. Él también fue un joven de pelo hacia atrás con brillantina y bigotito fino, muy distinto al aspecto que tuvo su padre. Ahora, confieso que no me gusta nada, pero nada, nada, la estética joven, pelo rapado por los lados, cejas partidas, piercings –¿se escribe así?–, dilataciones, tatuajes… Sobre todo, los tatuajes. Yo jamás me haría nada de eso. Es lo que diría mi padre cuando yo era un ye-yé, seguramente.

La Vida va repitiendo etapas. Es como un libro cuyos capítulos son todos parecidos, con algunas variaciones y con otros protagonistas, pero de argumento esencialmente el mismo. Nunca he querido caer en el catastrofismo de muchos viejos pensando que aquellos tiempos fueron mejores, o que antes se vivía mejor, o que el Mundo y la Vida eran más sencillos que ahora. Pienso que más asequibles, quizá. Pero no mejores. Más asumibles, más comprensibles, puede ser. Pero mejores… Aquellas generaciones que vivieron la Guerra –la Civil o la Mundial, es igual– y la posguerra pasaron finalmente sin pena ni gloria. Quiero decir que quién se acuerda ya de ellos y de sus sufrimientos. Las que vivimos después la mejora continua de las condiciones de vida, pasamos también: estamos muriendo ya. ¿Y las nuevas? ¿Qué Mundo, qué Vida les espera? ¿Sufrirán las mismas asechanzas que nosotros y los anteriores u otras peores?

Bueno, esa es la pregunta del millón, la preocupación de cualquiera: qué les espera a mis hijos, a mis nietos. En realidad, la pregunta debería ser: Y todo esto, ¿para qué?

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