Conciliar

Cuanto mayor es el nivel de estudios de la madre, más probabilidades tienen los hijos de lograr éxito académico

La conciliación de la vida personal, familiar y laboral, además de asunto relacionado con las distintas cuestiones que ayer tuvieron altavoz a propósito del Día Internacional de la Mujer, es un aspecto influyente en el crecimiento y el desarrollo personal de los hijos. Los programas internacionales de evaluación del alumnado, que se realizan periódicamente para constatar los logros educativos en áreas de conocimiento tan relevantes como la lengua, las matemáticas o las ciencias, suelen considerar, entre los factores de la situación socioeconómica y cultural de los alumnos, a fin de ajustar los resultados y poder compararlos de manera más adecuada, el nivel de estudios de los padres. Pues bien, una conclusión obtenida es de especial interés en este caso: el nivel de estudios de la madre, en mayor medida que el del padre, anticipa y guarda directa relación con los resultados educativos alcanzados por los hijos. En definitiva, cuanto mayor es el nivel de estudios de la madre más probabilidades tienen sus hijos de obtener logros educativos satisfactorios. Dado que -y de ahí la conciliación y la diferencia de roles entre padres y madres- el tiempo y la calidad de la atención de las madres a los hijos es mayor y mejor.

Sin embargo, ante la dificultad para logar tal conciliación y hacerla más equilibrada, la asistencia a los hijos, además de la atención educativa, suele confiarse de manera cada vez más adelantada a centros de educación infantil, donde acuden niños desde los pocos meses de vida. Circunstancia esta objeto de debate, ante argumentos que sostienen la inconveniencia de tales respuestas asistenciales y educativas, escasos meses después del nacimiento, por ser bastante más idónea, en esos momentos del desarrollo, la atención que se presta en la convivencia familiar. Crecidos algunos años los hijos, la atención a los mismos puede convertirse también en un problema de relación, dado que al empacho de las "actividades extraescolares", para ocupar las tardes sin la compañía de los padres -los "niños de la llave" porque entran solos en casa-, se une el cansancio y la dejación de los progenitores llegado el momento de contar con algo de tiempo. Tan es así, que hay casos de bares y restaurantes, ante el ajetreo de los niños mientras sus padres buscan ratos de mesa y sobremesa, donde ya no solo cobran el pan y el aperitivo que no se pide, sino que han probado a cargar en la cuenta el costo de distraer a los niños, conciliación aparte.

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